A PLENO PULMÓN
Cabezas perdidas y nalgas cortadas

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Hemos dicho que las ciudades son aglomeraciones: de personas, de edificios, de automóviles; la aglomeración favorece el desorden del tránsito de vehículos y estimula la actividad económica toda -la gente está obligada a comer o beber cada cierto número de horas-.  El mercado lo forman los parroquianos que se arremolinan en torno a las mercancías.  Los carteristas proliferan en los lugares donde acude mucha gente.  Si no hay carteras no puede haber carteristas.  La delincuencia se concentra en grandes ciudades, donde es más difícil combatirla.

Es mayor la delincuencia en Nueva York, en Calcuta, en Sao Paulo, que en Piedra Blanca o en Licey al Medio.  Es cuestión de “volumen” y “oportunidades”. Se dice que en las ciudades en las que operan grandes centros comerciales, transportes colectivos subterráneos, se instalan “escuelas de rateros y carteristas”.  Un carterista contemporáneo, con técnicas avanzadas, no mete la mano en el bolsillo para sacar la cartera; corta el pantalón con una navaja especial, anillada, y la cartera cae en sus manos por efecto de la gravedad.  Algunos aprendices que trabajan en los tranvías han cortado las nalgas a las víctimas, con el consiguiente escándalo.

El célebre “gangster” Alfonso Capone tenía por sobrenombre “scarface”, esto es, caracortada.  Los carteristas expertos se burlan de los principiantes llamándoles “nalgacortada”.  Todo esto resulta tan corriente, “lógico y natural”, que no causa ninguna sorpresa.  El conjunto de raterías, “cartereos”, ventas fraudulentas de orquídeas y bromelias, tiende a convertirse en un asunto de carácter cómico.  Lo que no produce risa es la delincuencia ligada a las drogas que lentamente va “tomando” las ciudades hasta volverlas verdaderos  “antros de perdición”, como dicen los musulmanes fundamentalistas.

En los mentideros donde se reúnen los periodistas a “tomar un trago y conversar”, se tiene por verdad incontrovertible que los narcotraficantes extranjeros pagan a los criollos “en especie”.  En lugar de pagar en moneda les dan paquetes de drogas.  Es preciso venderlos para conseguir dinero efectivo por participar en el “transporte e introducción”  de los estupefacientes.  Deben, pues, promover las adicciones, encontrar nuevos consumidores.  Quiere decir que el “ejército” del narcotráfico multiplica sus batallones de criminales.  Cada vez son más los jóvenes que pierden la cabeza, la salud, la vida.

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