A PLENO PULMÓN
Cabriolas económicas

A PLENO PULMÓN<BR>Cabriolas económicas

Ningún trapecista puede suspender en el aire una cabriola y revertir la voltereta; el impulso del cuerpo le obliga a completar su ciclo; una de dos: o termina colgado de la percha o parado en tierra con los brazos abiertos.  Algo semejante ocurre con la política económica en el mundo de hoy.  Los economistas del Sistema de la Reserva Federal de EUA, los del Banco Central Europeo, discuten sobre las ventajas de “mantener el gasto” o de imponer “la austeridad”.  Paul Krugman y Joseph Stiglitz, también están involucrados en parecidas disputas teóricas.  ¿Qué es más beneficioso para la economía, el ahorro o el dispendio? ¿Los gobiernos, deben “hacer recortes”  o “lanzar dinero a las calles”?

 Una vez nos hemos subido al trapecio, la cabriola económica “debe continuar”, como se dice de cualquier espectáculo.  Si se detiene el gasto, se detiene la economía, afirman unos; si continúa el gasto iremos a la bancarrota, replican otros.  Para gastar, los gobiernos se endeudan; y para pagar las deudas emiten bonos o contraen nuevos empréstitos.  A veces las deudas se vuelven insostenibles.  No es lo mismo discutir estos asuntos en un aula universitaria que en el Parlamento.  Las “autoridades”, de cualquier clase, deben contar con el público.  En las aulas no hay gritos ni protestas; en las calles, en cambio, puede haber motines.

Silvio Berlusconi, nuevamente candidato a gobernar Italia, recomendó a la Unión Europea que “empezara a imprimir dinero”.  Ningún país que haya gozado de prosperidad desea perderla; endeudarse es el camino más cómodo para mantener el “nivel de vida” habitual. ¿Quién puede interrumpir un salto olímpico y voltearse al revés?  Toda “reforma” es difícil y peligrosa; en la Iglesia y fuera de ella.

 En una botillería de Madrid tres estudiantes de humanidades decretaron “la abolición del automóvil”.  Opinaban que es “un artefacto contaminante de la atmósfera”;  que el conjunto de ellos ocupa espacios enormes del planeta, requeridos para menesteres más útiles que el simple “estacionamiento nocturno”.  Se construyen edificios de muchísimos pisos, sólo para guardar automóviles.  Para el transporte individual propusieron el uso del “suspensorio aerostático”, un invento aún en proceso de perfeccionamiento.  El único problema importante es que “abolir el automóvil” crearía un espantoso desempleo universal.

 

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