A PLENO PULMÓN
Calamares refulgentes

A PLENO PULMÓN<BR>Calamares refulgentes

En Palmar de Ocoa vi hace años unas nasas para atrapar langostas construidas con tela metálica.  Los pescadores las colocaban bajo el agua, a poca profundidad; la “entrada” de cada nasa era un retorcido laberinto helicoidal.   Grandes langostas penetraban por las aberturas y no lograban salir porque pinzas, patas y antenas, se enredaban en el bucle de las bocas de las trampas.  El dueño del único bar que había entonces en Sabana Buey me dijo: “a las langostas les ocurre con las nasas lo mismo que a los hombres con las mujeres.  “El que se mete con una mujer sabe cuando entró; pero no sabe cuándo saldrá”.

– “A lo mejor le nacen tres hijos y pasan 20 años”.   –¿Quién le explicó estas cosas? –Nadie; las pensé por mi propia cuenta, sólo por estar vivo.  Los pescadores de aquí son más inteligentes que los tipos de la ciudad que vacacionan en bahía de Ocoa.  Y si no lo cree, pregúntele a alguno de ellos como nadan los calamares en “los bajos de Azua”.  –¿Qué quiere decir con eso?  –Los calamares andan en escuadrones; retroceden o avanzan, a la izquierda o a la derecha, todos juntos, en formación.  “Así hacen los políticos de la RD, sin soltar tinta”.

–Cualquier yolero puede enseñarle a pescar, lo mismo peces que dinero.     ¡Haga la prueba!     –Seguiré su consejo, amigo.  Al atardecer me acerqué a un bote azul, con motor fuera-borda, llamado “Calixto”  –¿Puede usted llevarme a pescar en su bote? –Si hay buen tiempo; de lo contrario, la comandancia no dejará salir embarcaciones.  Yo no saldría; le tengo miedo al  mar picado.  –Le pagaré sus servicios; ojalá no sople demasiado viento.  Cuatro horas después subí al bote.  El yolero quitó una cubierta plástica a una batería, luego echó al agua una lámpara blanca que conectó a la batería con unas abrazaderas de presión.

–En la obscuridad de la noche la lámpara iluminaba los alrededores del bote.  Millares de calamares  pasaban a nuestro lado.  –“La carnada la da Dios”, sentenció el yolero.  Empuñó una “manga de mosquitero” y sacó media docena de calamares.  Al tocarlos, sus dedos quedaron fosforescentes. –Si ve algo raro flotando, dígamelo, para regresar enseguida a la costa.

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