A PLENO PULMÓN
Caldos de cultivo

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Existe una gruesa capa de “tierra emotiva” donde podemos sembrar un proyecto nacional complejo que signifique, en primer lugar, la prolongación de la historia de los dominicanos, el refinamiento de nuestro tosco estilo de vida institucional, el enriquecimiento económico y cultural de toda la población y, por último, la organización política de la comunidad. Insuflar en el pueblo dominicano la voluntad de llevar a cabo un Proyecto Nacional parece una tarea hercúlea, fronteriza con Utopia.  Requiere un largo trabajo social de “incorporación pública” del hombre común.  Es faena educativa dificultosa. Pero no imposible.

Digo educativa en general, sin excluir la escuela primaria ni otras formas de educación organizadas actualmente.  Ninguna enseñanza es desdeñable. Maestras insuficientemente formadas han sido capaces de despertar en sus alumnos el interés por el conocimiento.  Sin embargo, el entrenamiento para la acción cívica no está previsto; no hay una “estructura colectiva” cuya finalidad sea “crear ciudadanos”, personas con destrezas para dirigir “juntas de vecinos”, organizaciones municipales de labores comunitarias.  Los dominicanos no hemos aprendido a participar como actores de una “coreografía social”.  Casi todos pretendemos ser “solistas”.

Aprender a “bailar en cuadrillas” necesita muchas prácticas de coordinación.  También comprensión de los objetivos finales de “la comparsa”. Un “proyecto colectivo de vida común” implica que identifiquemos media docena de asuntos que nos unan; y que desechemos otra media docena que puedan separarnos.  Cincuenta “trabajadores sociales” podrían convertirse en agentes de transformación histórica. Supe hace poco que empresarios de la industria del calzado buscaban afanosamente “maestros zapateros”, para que estos entrenaran obreros de sus fábricas en zonas francas.

Es obligatorio que los “agentes de transformación” conozcan bien cuales son los problemas que nos atascan.  El Proyecto Nacional ha de estar en la cabeza, en la voluntad de hacer, de un número grande de dominicanos.  “Lecturas Dominicanas” es una antología de nuestra literatura preparada en 1977 por dos profesores de la UCMM: Carlos Fernández-Rocha y Danilo de los Santos.  De dicho libro saco este trozo de un viejísimo ensayo mío: “Cuando un pueblo tiene una empresa que todos quieren, puede decirse que hay nación.  

Descubrir el comienzo de una nación en advertir los gérmenes de una voluntad común”.  Caldos de cultivo podrían hacerlos proliferar.

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