A PLENO PULMÓN
Cambios inesperados

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Cambios inesperados

Conocí un viejo judío, trabajador y metódico, que nunca se había permitido gastar quinientos pesos en media docena de cervezas.  “Está bien que eso lo hagan dominicanos”, decía el laborioso judío, no un hombre como yo; “Nací en Alemania y logré salvarme de la Segunda Guerra Mundial”.  Su hija aseguraba que el viejo siempre mostraba firmeza al hablar. Al quedar viudo el vejete sufrió una rápida transformación.  Primer paso: presentarse en una peluquería y pedir que le tiñeran el pelo de negro.

 Martha explicó a muchos amigos que su padre, de 78 años, tenía los cabellos completamente blancos.  Ya con nueva cabeza negra, entró “en un bar y ordenó que le sirvieran una botella grande de cerveza “Presidente”.  La esposa fallecida, una buena mujer que le acompañó toda la vida, había sido hermosa en su juventud.  Conservó gracia y alegría hasta el final.  Un mes después del sepelio lo vi pasear por la Calle del Conde con una mujer negra, treinta años menor que él”.  Para entonces su pelo no era blanco ni negro; unos mechones los tenía cenizos, otros pardos o berrendos.  La mujer tragaba montones de cervezas.

 La hija, avergonzada, decidió vivir en otro país para no ver la ruina de la tienda de su anciano progenitor.  “Es una pena, exclamaba, mi padre ha perdido la cabeza”.  También pueden ocurrir cambios inesperados en personas jóvenes.  En ocasiones las “modificaciones” del estilo de vida son meramente económicas, de vestimenta.  Una persona pobre, que acierta con el premio gordo de la lotería, podría cambiar hasta la forma de mirar.  Pero existen cambios más profundos, que no son individuales sino colectivos.  Significan puntos de arranque de severas mutaciones históricas.

Pablo Neruda describe un “caso típico” en un poema del libro “Estravagario”.  La pieza literaria se titula “Así salen”.  Transcribo los versos: “Fue sudorosamente pobre./ Valía un sólo caballo./ Su hijo es hoy muy orgulloso/ y vale varios automóviles./  Habla con boca de ministro,/ se pasea muy redondo./ Olvidó a su padre campestre/ y se descubrió antepasados,/ piensa como un diario grueso,/ gana de día y de noche:/ es importante cuando duerme”.  Neruda aclara que el padre del ministro “No tuvo tiempo siquiera/ para soñar mientras dormía”.

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