A pleno pulmón
Campanarios del ánimo

A pleno pulmón<BR>Campanarios del ánimo

Son muchos los “resortes” defensivos inconscientes que funcionan en los seres humanos.  Varios psicólogos –austriacos, alemanes, suizos–, a comienzos del siglo pasado, estudiaron algunas “tapaderas” instintivas que usamos como escudos emocionales.  Ellos no fueron los primeros, pero sí los más precisos e insistentes.  Descubrieron los “pretextos” con los cuales justificamos evasiones o caminos tortuosos de nuestra conducta.  En ocasiones, hasta el sueño es un recurso defensivo de las personas abrumadas por conflictos, familiares o sociales.  Shakespeare pone en boca de Hamlet aquello de “morir, dormir, talvez soñar”. En las obras maestras de la literatura podemos encontrar antecedentes de teorías fundamentales  de los psiquiatras.

 En nuestra época, de transformaciones tan rápidas y complejas, la gente se ve sometida a durísimas presiones colectivas.  En los puestos de trabajo, en primer lugar; la competencia es continua y feroz; todos luchan por “un pedazo del mercado”.  La política doméstica es el “reino de la zancadilla y del engaño”.  Cada ciudadano vive rodeado por montones de “potenciales delincuentes” que acechan descuidos o ausencias.  La policía y los procedimientos judiciales crean tantas angustias y temores como los delincuentes mismos.  Según ciertos psicólogos, los habitantes de las grandes ciudades padecen más trastornos mentales que los residentes en pequeñas poblaciones.

 Los estímulos visuales de la publicidad, las promociones comerciales estridentes, la música aturdidora de algunos grupos de “rock ácido”, son otros importantes motivos de desasosiego para los ciudadanos comunes.  Incomodidades producidas por el desorden del tránsito, por la suspensión periódica del servicio de energía eléctrica, contribuyen a la intranquilidad de quienes viven en torres, condominios, urbanizaciones.  No hay modo de salir de las tensiones. Las farmacias venden mayor cantidad de analgésicos, tranquilizantes y somníferos.

 Los sucesos políticos y económicos, reflejados inevitablemente en los periódicos, aportan una cuota extra de inquietud en el ánimo de la gente. Pero el desaliento mayor lo causa la impunidad de los desmanes cometidos por dirigentes de partidos, banqueros, especuladores financieros.  El hombre de la calle llega a creer que es un insecto con corbata, sin derechos civiles ni protección del Estado.  ¿Por qué debo cumplir mis deberes ciudadanos?  ¿Los cumplen, acaso, los más poderosos? Muchos se aislan en los llamados “campanarios del ánimo”.

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