Por limitaciones de espacio no fue posible mencionar en la columna de ayer ciertos aspectos esenciales sobre la China del presente y la del remoto pasado. La milenaria civilización china es una porción preciosa del patrimonio de la humanidad. Su filosofía, sus antiguas técnicas, sus inventos, conforman una asombrosa colección de bienes culturales; desde la porcelana y la pólvora, hasta la seda y el arte de cloisonner. Sin embargo, la palabra democracia no existe en las diversas lenguas de los chinos. El idioma general no contiene ningún ideograma para designar esa forma de gobierno. Ha sido necesario combinar tres grafemas para escribir en chino democracia. Mediante un rodeo lingüístico, gobierno, discusión y blando han llegado a significar democracia: un gobierno blando con discusión. La historia de China, tal vez por causas demográficas, económicas, climáticas, geopolíticas, ha producido una larga sucesión de regímenes despóticos.
No debe chocar al representarte de la República Popular China que se diga que el Partido Comunista Chino, de setenta millones de miembros, es una minoría de 5% frente a una población de 1,400 millones de seres humanos. En todas partes la clase dominante es una minoría. Así fue en la desaparecida Unión Soviética; y así es hoy en los países democráticos de Europa. La llamada ruling class no tiene que estar, necesariamente, compuesta de empresarios o de aristócratas. También puede organizarse una oligarquía con funcionarios, burócratas, dirigentes de un partido único. Etimológicamente, oligarquía significa gobierno de unos pocos.
China es un país digno de admiración por distintos motivos: tasa de desarrollo económico, cocina típica de cada región, crecimiento regulado de ciudades como Shanghai o Beijing. No hay que mencionar la conservación de la Gran Muralla, o los miles de científicos chinos que destacan en EUA, Europa, China continental, en Taiwán. Nadie en su sano juicio puede desdeñar la China, su arte, cultura, capacidad laboral.
El señor Li Dong sabe bien que hay lugares de China donde el uso de bicicletas se ha reducido dramáticamente; en otros lugares, los chinos que iban a pie van ahora en motocicletas. Todo por efecto del nuevo capitalismo híbrido. En las grandes ciudades se venden más automóviles Mercedes Benz que en Londres o París.