A PLENO PULMÓN
Cárcel y nombramiento

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La historia dominicana es sólo un pequeñísimo fragmento de la historia universal.  Pero esa es “nuestra historia”, el “trocito de vida colectiva” a la que pertenecemos de modo inmediato.  También estamos conectados con la lengua española y con la cultura occidental; no hay dudas de que del mundo africano hemos recibido, a través de los esclavos negros, numerosas herencias; incluso de los tainos, primeros pobladores de la isla, conservamos el cazabe, la harina de catibia, nombres propios de lugares y personas, palabras del lenguaje ordinario.  Somos una suma de ingredientes culturales.  No siempre  armoniosa síntesis, pues con frecuencia constituimos  verdaderas “contradicciones vivientes”.

La historia política que “nos toca”, nos envuelve, condiciona y enfrenta, tiene el mismo carácter contradictorio que nuestra cultura.  Pedro Santana, el primer Presidente dominicano, fue guerrero libertador heroico y “anexionista facilitador” del dominio extranjero.  Nacido en Hincha, decidió mudarse al Este, a El Seíbo; algo así como “las antípodas” del teatro de sus guerras en el Oeste haitiano.  Caonabó y Guacanagarix entran y salen de la historia republicana, en nuevas ediciones mejor presentadas, mucho más vistosas que las del siglo XVI, a menudo encarnados en la misma persona.  Trujillo solía encarcelar ciertos hombres y luego los nombraba en cargos públicos importantes.

El resultado es que se puede ser trujillista y antitrujillista al mismo tiempo.  Los gavilleros, alzados contra la intervención militar de los EUA en 1916, eran patriotas y a la vez delincuentes que asaltaban ventorrillos rurales, asolaban cultivos campesinos “de subsistencia”.  Esa doble condición es permanente en el pasado dominicano.  A Trujillo, oficial de la guardia constabularia norteamericana, se le tiene por un “apasionado nacionalista”.  Hijos de trujillistas distinguidos fueron revolucionarios en 1959 y en los años siguientes.  Cualquier exploración minuciosa topa enseguida con la ambivalencia.

Cárcel y nombramiento son dos polos de la política: el sufrimiento y el bienestar.  Los gobernantes ofrecen “bandejas alternativas” de miseria  o riqueza.  Los gobernados aprenden la lección en carne propia.  Victimas sufrientes optan por ser verdugos castigadores.  Trujillo castigaba, perdonaba o premiaba, según su ánimo o las conveniencias políticas del momento.  Somos tirapiedras a medio estirar, incapaces de elegir un blanco fijo.  Carecemos del amor o del odio suficientes para modificar ese destino bifronte.

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