A PLENO PULMÓN
Categorías vitales

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A los hombres no se les concede la vida “hecha”; tienen que hacerla todos los días.  Esta idea orteguiana ha sido interpretada de muchos modos, generalmente con bastante corrección y acierto, pero sin ninguna precisión filosófica.  El gato y el perro viven a partir de sus propias, invariables, naturalezas.  “Gatitud” y “perritud” son moldes instintivos que gato y perro no precisan fabricar “trabajosamente”. El hombre, en cambio, está obligado a “ganarse la vida”, no sólo económicamente, sino también “ontológicamente”.  Ciertos hombres desean ser gobernantes o médicos; otros quieren “llegar a ser” empresarios, santos, escritores.

Cada hombre “elige” un “proyecto” de vida dentro del cual “decide” alojarse.  El hombre es un animal capaz de “futurición”; hace ahorros para  viajes que no sabe si podrá realizar.  Todo ahorro, de fuerzas o de dinero, es una previsión del futuro. El futuro puede definirse “técnicamente” como “lo que aún no es”.  Un estudiante de medicina no es médico; espera serlo en lo futuro; actúa, vive, estudia, trabaja, en función del futuro; para ese estudiante todo lo presente es “tránsito” hacia la graduación.  Las vidas de los hombres están regidas por “lo intencional”; el esquema teórico de lo intencional es: con algo, por algo, para algo.

“Entender” la naturaleza, los objetos del mundo: astros, animales, plantas, no requiere los mismos “instrumentos” que necesitamos para “entender” el entendimiento, el pensamiento, los procedimientos lógicos.  Las llamadas categorías filosóficas son articulaciones o goznes en los que giran y “se deslizan” los pensamientos.  Los cuerpos sólidos han de estar, necesariamente, en el espacio y en el tiempo, dos categorías de la antigüedad clásica; poseen “cualidades”: son blancos, verdes, amarillos.  Las actividades mentales, las tareas “ideales o subjetivas”, exigen el concurso de otras “categorías”: sucesión, relación, modalidad, infinitud, continuidad, causalidad.  Los viejos filósofos utilizaban dos “sacos categoriales”; uno objetivo, otro subjetivo.

La comprensión de la vida humana no puede lograrse a través de categorías rígidas, absolutas, abstractas.  El hombre, según Ortega, es un centauro ontológico, una entidad compuesta, mitad naturaleza y mitad historia.  Este sujeto “preternatural” o medianero, no se “entiende” si no conocemos de él: “ideas y creencias”, “circunstancias”, intenciones, proyectos, decisiones.  Para entender al hombre es preciso narrar su vida, construir su biografía.

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