A PLENO PULMÓN
Cojo en un callejón

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Cojo en un callejón

Los dominicanos todos, pobres y ricos, jóvenes y viejos, negros y blancos, estamos sometidos hoy a las mismas dificultades, carencias y frustraciones: no hay energía eléctrica durante largos periodos; el negocio de drogas se extiende cada vez más; la delincuencia se ejerce sin cortapisas en barrios residenciales, de clase media y entre los “grupos marginados de la población”, como suelen decir los sociólogos.  Es claro que los ricos pueden defenderse mejor que los pobres, puesto que disponen de seguros, alarmas, “guachimanes”.

 Es una situación terrible, de halarse los pelos o de echarse a llorar, según el temperamento y la situación de cada cual.  Las noticias de los periódicos revelan que la dotación integra de un destacamento policial, o de un municipio, puede actuar en contubernio con los delincuentes.  El ciudadano está sumido en la mayor indefensión.  Los “agentes del orden público” propician el “pillaje privado”.  Pero, así  como de la obscuridad nocturna brota la luz de la mañana, podría ocurrir que este trance difícil sirva para aglutinar la solidaridad de los dominicanos.

 El gran problema es que los propios ciudadanos, desmoralizados por la corrupción de los políticos, actúan  como “consumidores” y no como verdaderos ciudadanos; ni han sido educados como tales, ni han vivido “experiencias publicas” que les empujen hacia acciones cívicas con responsabilidades compartidas.  Muchos políticos, “usufructuarios” del desorden y de la falta de educación, contribuyen a perpetuar ese “estado de cosas”.

 Ningún programa de la Organización de Naciones Unidas, ninguna forma de “asistencia internacional”, o de “ayuda de un gobierno extranjero”, puede resolver los problemas de una sociedad.  El cojo tiene que aprender a caminar cojeando.  Es posible que encuentre una “mano amiga” que le ayude en los momentos penosos, de mayores esfuerzos; podría, incluso, utilizar bastones y muletas; pero tiene que caminar él, por su propia cuenta y riesgo. Nadie se hará cargo de la suerte de nuestra sociedad.  Podemos quejarnos de nuestra malísima suerte, que es el primer resoplido de la insatisfacción, pero no debemos quedarnos tranquilos.  Necesitamos encontrar “gatos hidráulicos de uso social”, nuevas palancas para afrontar los desafíos nacionales.  Nada desarrolla más la inventiva que la necesidad.  En el callejón sin salida es donde el ratón extrema su destreza.

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