A PLENO PULMÓN
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Es un hecho que la mayor parte de los dominicanos de hoy tiene quejas contra los políticos, sean de un bando o de otro.  En realidad, hay sobrados motivos para esa insatisfacción generalizada. Un buen número de estos políticos actúa de manera tal, que al final de sus mandatos son repudiados, perseguidos, procesados o encarcelados.  Ocurre igual en muchísimos países del continente americano.  Pero al cabo de algún tiempo podremos ver que esos mismos políticos vilipendiados, juzgados por los tribunales y declarados culpables, son rehabilitados y vuelven a presentarse como candidatos a cargos electivos.

 Y este solo hecho revela que la laxitud moral de los políticos… es parecida a la de una porción apreciable de sus respectivas sociedades.  Los políticos, pues, no viven solos.  Ni viven solos ni actúan solos.  Cada acción de los políticos es, en el fondo, una proposición comunitaria.  Todo discurso, político o no, reclama unos oídos que lo escuchen.  El discurso es una realidad bipolar  que se cierra o completa con la atención o aquiescencia del auditorio.  El político se presenta como delegado de otras personas o entidades: de un partido, de una región, de un grupo.

  No es cierto  que “todos nosotros”  somos inocentes y solamente los políticos son culpables.  Ellos, tal vez, sean culpables, pero actúan casi siempre apoyados en nuestras debilidades.  Cada vez que hacemos la vista gorda ante las trapacerías de los administradores públicos, contribuimos un poco a la desmoralización de la comunidad.  Peor aún cuando callamos para beneficio propio.  Somos poco menos que cómplices.  Quiero decir que todos participamos del encanallamiento general que campea en nuestra vida colectiva.  Esta es la causa de que disminuya el respeto por nuestros magistrados jueces, por nuestros hombres de empresa, funcionarios, periodistas, educadores.

 Damos por sentado o sobreentendido que toda actividad pública esta movida por la mala fe.  Es necesario comenzar unos “ejercicios de rehabilitación” de los que indican a quienes sufren accidentes que afectan las extremidades inferiores.  No logramos caminar sin cojear.  La falta de buena fe impide desarrollar las instituciones de derecho público.  Para fortalecer la voluntad de progreso lo primero es acostumbrarse a decir la verdad… sin ofensas personales; someternos a la gran terapia de la verdad. (30/04/2003).

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