A PLENO PULMÓN
Consejo de un anciano

A PLENO PULMÓN<BR>Consejo de un anciano

–Ya que tienes la doble desgracia de ser escritor y ejercer el periodismo, quiero darte un consejo que te ayudará a evitar sufrimientos innecesarios. La de periodista es una profesión –controvertida siempre– que acarrea dificultades prácticas, pues no hay ninguna opinión que pueda ser aceptada “por unanimidad”. Y eso de ser escritor es casi lo mismo que vender claveles en una esquina de la ciudad. Como se sabe, las mujeres violeteras no logran comer bien con la venta de flores. Nuestros escritores son extraños personajes “en territorio habitado por infieles”; en la República Dominicana viven todavía muchísimas personas que no saben leer ni escribir.

–En caso de que un escritor consiga, después de grandes esfuerzos, componer “un texto ejemplar”, solamente podríamos apreciarlo por la cantidad de belleza y verdad que contenga; dos cosas que no se cotizan en las bolsas de valores. La belleza suele no ser advertida si contraviene “los cánones establecidos”. En lo que atañe a lo bello el público está atado a viejos prejuicios. Los publicistas ponen de moda criterios, estilos, valoraciones, que no son compartidos por los escritores más exigentes. Para publicistas y mercadológos, lo importante es la venta masiva. Los escritores tienden a formar “capillas”, clubes exclusivos; o se aíslan en inaccesibles “torres de marfil”.

–En cuanto a la verdad, lo menos que puede decirse de ella es que tiene un carácter “radiactivo”. Produce escozor en aquellos que preferirían no tener que oirla. En el mundo político la verdad nunca es bien recibida; y en el ámbito económico, ni siquiera “la contabilidad” se atreve a reflejar la verdad. Belleza y verdad, objetivos básicos del escritor, altísimos valores estéticos y filosóficos, no son mercancías rentables a corto plazo. Los escritores deben tener presentes estas dolorosas realidades.

–Pero existe otro punto que quiero tratar antes de despedirme; la tabla estimativa de estos tiempos es diferente a la del pasado remoto. El padre del novelista Javier Marías, “un vejete muy estudioso”, dijo una vez que padecíamos paradójicas sociopatías: “odio a la excelencia y entusiasmo por lo inferior”, es una especialmente penosa. Antiguamente circulaba la máxima: “el mundo es de los fuertes”, quizás de origen darwinista. Ahora el universo parece “asignado” a fulleros deleznables.

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