A PLENO PULMÓN
Contiendas militares

A PLENO PULMÓN<BR>Contiendas militares

Los grandes problemas colectivos: hambrunas, revoluciones, éxodos migratorios, tumultos políticos, guerras civiles o internacionales, tienen el carácter sobrecogedor de todo lo épico.  Tantas vidas quedan afectadas por esos sucesos que nos estremece una conmoción psíquica.  Muertos, heridos, viudas, huérfanos, escombros, desempleo, es el saldo inevitable de las guerras.  La conmemoración de una batalla, un desfile de excombatientes, deja el ánimo entristecido: hombres sobre muletas, con brazos amputados, en sillas de ruedas, dan testimonio al pasar de la continuidad del dolor, de las consecuencias terribles de las luchas políticas armadas.  Excombatientes llaman a “los que no han muerto”; regresaron vivos de la contienda, pero son apenas un residuo de lo que fueron.

He visto en Normandía “espectáculos” de este tipo, relativos a la Segunda Guerra Mundial.  La entrada a los lugares que fueron teatro de la invasión a Europa está “vigilada” por una estatua inexpresiva del general Eisenhower; aparece vestido con un cortísimo “jacket” militar; y no dan ganas de preguntar quién fue el escultor, por más que admiremos al comandante en jefe de la invasión del día D, junio 6 de 1944.  Hay varias playas de Normandía, conocidas ahora por el nombre en clave que tuvieron durante la guerra, que conservan los refugios construidos por los alemanes para defenderse de los desembarcos.  Entré a un “bunker” e imagine la carnicería que hubo entonces.

 Los turistas vistan estos sitios donde los atacantes que llegaban desde el agua estuvieron a merced de los defensores, mejor sitiados y protegidos.  Algunos puntos de la famosa invasión tenían fortificaciones sobre acantilados y depósitos subterráneos de municiones.  Podemos ver los cementerios de los paracaidistas; y asistir a la llegada de ancianos militares, alemanes, ingleses, norteamericanos, que lucharon en aquella época.

Cuando miran hacia el mar, lleno de escollos de hormigón, o bajan los escalones de un refugio, no pueden evitar las lágrimas.  Estos viejos caminan aun con ritmo y estilo militar; podrían llorar firmes y en atención.  El lugar llamado “Omaha” fue dividido territorialmente para las operaciones de cada batallón; unos eran “perros verdes”, otros “zorros blancos”.   Existe una playa, con nombre inglés, donde los militares viejos van a beber aguardiente de manzana, el celebrado calvadós, para borrar los malos recuerdos.

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