En los últimos tiempos hemos visto que los mensajes electrónicos pueden ser utilizados como documentos incriminatorios en los tribunales de justicia. También se ha comprobado que los expertos en computación son capaces de piratear cartas de amor, comunicaciones diplomáticas, instrucciones militares; los secretos de Estado son difíciles de guardar si se depositan en lo que llaman disco duro de la memoria artificial. En España, muchos periódicos comentan los correos electrónicos del esposo de la hija del rey Juan Carlos. Julián Assange, asilado en la embajada de Ecuador en Londres, espera un salvoconducto que lo libre de persecuciones por haber difundido mensajes confidenciales de varios gobiernos poderosos.
El mundo cibernético ha dado lugar a nuevas formas de comunicación, de intercambio comercial, de creación de amistades. Las redes sociales, las páginas web, los blogs, ofrecen ahora amplios cauces para la literatura, la poesía, la investigación histórica. Los escritores y publicistas, los músicos y pintores, se expresan a través de Internet. Lo hacen sonoramente y a todo color. Ensayistas y poetas estrechan vínculos con sus colegas en Europa o en América del Sur. Las distancias se han reducido a unos cuantos clicks. Y las relaciones son inmediatas; los hipertextos pueden leerse en pantalla o ser impresos para llevar.
Cierto publicista atrevido propuso la elaboración de cartones animados a base de la imagen de Nefertiti. El famoso busto de esta reina egipcia de la XVIII dinastía, serviría para contar las historias íntimas de los faraones: sus ambiciones y crímenes, lo mismo que sus enfermedades o sus particularidades sexuales. Escritores de novelas y cuentos, que postean todos los días, encuentran lectores en el mundo entero que les incitan a seguir haciendo experimentos literarios. Nefertiti podría ser una reina indiscreta que convirtiera jeroglíficos en WikiLeaks arqueológicos.
Viejas novelas del siglo XVIII se escribieron utilizando cartas. Ese es el caso de Choderlos de Laclos y su narración epistolar: Las amistades peligrosas, llevada al cine con grandísimo éxito. La espontaneidad de los correos electrónicos, su falta de formalidad, serían dos ingredientes ventajosos en una época de competencia feroz por los mercados de lectores. Si los correos se entrecruzan o se reenvían, resultan enredos aun mayores; el suspenso y los chismes, garantizan el éxito.