A PLENO PULMÓN
Cotorreo doméstico

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Algunos dominicanos tienen la costumbre de reunirse con otros dominicanos, familiares o amigos, para “conversar” acerca de los “asuntos del día”.  Durante esas tertulias se habla de personas fallecidas tras sufrir enfermedades “devastadoras”.  También se “intercambian noticias”  acerca de divorcios, matrimonios, pleitos económicos  entre ricos; o del “surgimiento” de fortunas repentinas –“A fulano de tal le sobrevino un bienestar”.  Y ahí entra de sopetón el tema de la política y de los políticos.  Los bienestares “sobrevenidos”, de unos pocos, contrastan con los malestares de miles y miles de dominicanos.

Los políticos reciben mil millones de pesos a través de la JCE. Es dinero lícito que se usa, lícitamente, en propaganda electoral; es posible que una parte de dicho dinero se quede entre las uñas de quienes lo administran.  Pero hay que añadir que eso mismo ocurre con otros  dineros que no son de los políticos, ni aportados por los contribuyentes.  Mencionemos un solo ejemplo: los bancos intervenidos.  Los negocios eran privados; los administradores también; el dinero no salía de las arcas del Estado.  No quiere ello decir que la mala política estuviese ausente en las crisis bancarias de los años pasados. Pero, ciertamente, no fue causa determinante de las bancarrotas.

De todas maneras, la población costea a los políticos, sufre las consecuencias de su enriquecimiento súbito; y también paga el “salvamento” de los bancos, los costos del déficit cuasi-fiscal.  Todo ello termina en bonos, soberanos o de cualquier clase; en endeudamiento externo o en nuevas reformas fiscales.  Es “la de nunca acabar”.  Aunque tal vez sea mejor decir: “la de nunca salir del hoyo”.

Los partidos políticos son, hoy por hoy, “primer poder del Estado”, a pesar de que no lo consigna así la Constitución.  Lo “mueven” todo, lo controlan todo y “se lo comen todo”.  Las formas de “acción ciudadana” están limitadas y, por tanto, es difícil para la población librarse de esta “coyunda”, institucional y “de costumbres”.  Organismos extranjeros y ONG, por lo general, han financiado hasta ahora las actividades de la “sociedad civil”.  Creo que será necesario encontrar otras vías de conexión con la voluntad popular.  Quizás el camino mejor sea la organización de las juntas de vecinos, embrión de los municipios.

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