He leído las crónicas publicadas ayer acerca de los sicarios que intentaron matar a Jordi Veras. Quedé asombrado al conocer el tejido interior de esta historia de criminalidad continua, espantosa, absoluta. Desde la cárcel, un condenado a veinte años de reclusión contrata asesinos para matar al joven abogado; los criminales piden 2.5 millones por el trabajo; el contratista regatea; finalmente, acuerda pagar 1.5, con adelanto de 200,000 y promesa de pagar el resto en un plazo de 72 horas, después de ejecutado el crimen. El arreglo se hace a través de un detective propietario de una compañía de seguridad, hermano de un presidiario acusado de intentar el asesinato de la esposa del contratante.
El recluso contratante estuvo casado 13 años con la mujer a la que quiso matar; con ella procreó cuatro hijos. Las golpizas y humillaciones sufridas por esta señora fueron tan truculentas que no podrían ser referidas adecuadamente en esta columna. El Procurador General de la República, Radhames Jiménez, ha dicho que se propone congelar las cuentas bancarias del convicto para evitar que siga pagando crímenes por encargo. Además, está dispuesto a desmantelar la falsa compañía de seguridad. Uno de los abogados del convicto recibió una caja metálica, con grabaciones comprometedoras, de manos de un hombre actualmente preso.
Entre los sujetos mencionados en la investigación del atentado contra Jordi Veras hay ex oficiales policiales, un policía activo y un ex-miembro de la Marina de Guerra. Uno de los detenidos ofreció al padre de Jordi cierta grabación que podría ayudar a esclarecer el caso de su hijo. La oferta la hizo un experto en la filmación de encuentros sexuales que usaba después para extorsionar a las parejas. Da la impresión de que pretendía practicar un chantaje doble: con el agredido y con el agresor. Pidió tres millones de pesos al doctor Veras.
Al narrar este complejo panorama de criminalidad absoluta, siento pena por mi país y sus habitantes. Especialmente por Negro Veras y su hijo, expuestos a la maldad de asesinos a sueldo al servicio de un psicópata. A ambos deseo expresar mi solidaridad sin reservas. Para defenderse han tenido que huir del territorio dominicano ¡Para colmo, amenazan de muerte al periodista Huchi Lora!