A PLENO PULMÓN
Cuadre y swing

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Cuadre y swing

Hace cincuenta años estuvo recluido en la cárcel de La Victoria un preso que llegó a ser famoso.  Era un delincuente condenado a diez años de prisión por su participación en un crimen terrible, que mereció muchas primeras planas de los periódicos de entonces.  El hombre había ayudado a una mujer adúltera a enterrar el cadáver de un niño de pocos meses. El infanticidio,  según parece, obedeció al deseo de la mujer de “irse con el amante” sin la obligación de atender al hijo del marido engañado.  El escándalo fue mayúsculo.

 Durante el proceso judicial, desde los primeros interrogatorios, salieron a relucir detalles comprometedores contra la mujer, asesina y adúltera, y contra el cómplice, que sepultó el cuerpo del niño.  Los periódicos publicaron fotografías de los dos principales inculpados; las crónicas reprodujeron preguntas del fiscal, alegatos de los abogados, declaraciones de los acusados.  Antes de que se dictara la sentencia, ambos se habían convertido en personas de cuyas intimidades hablaba todo el mundo.

 No sé cuál sería el destino de la mujer, pues fue enviada a una prisión especial.  Pero el cómplice se sentía muy orgulloso de la fama alcanzada, satisfecho de que dondequiera que iba le llamaran por su nombre.   Cuando ya estaba cerca de cumplir su condena, el preso habló con un sastre del pueblo próximo, al que encargó la confección de un saco largo, de grandes solapas, parecido a los que usaba el músico Pérez Prado, “rey del mambo”.   Una vez pudo vestir el traje, paseaba por los pasillos, con el cuerpo ligeramente tumbado hacia la derecha y moviendo un brazo en círculos, como si fuera un lanzador de béisbol.

 Al preguntársele qué ocurría, contestaba: – estoy practicando “un cuadre” para el día en que salga en libertad. Inmediatamente entraba una mano en el bolsillo del pantalón, para provocar el abolsamiento del  saco; y afectaba cierta cojera retórica “para presumir”.  Ahí va el hombre “con cuadre y swing”, decían los amigos, “estrenando un flux a la moda”.  La admiración de los compañeros cubría varios aspectos: la nombradía del sujeto, su próxima libertad, el traje nuevo, el gozo de lucirlo.  Aprendí entonces la importancia que se concede entre nosotros al “cuadre” y al “swing”.

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