Se habla a menudo del crédito menguante de los partidos políticos en RD. Pero cualquier dominicano que haga una encuesta informal acerca de partidos y dirigentes políticos, descubrirá hechos que contradicen tal mengua. Es un hecho que los partidos mandan; la gente acude a las urnas el día de elecciones; y vota masivamente. Si los comicios son presidenciales la votación es mayor que cuando se trata de elegir alcaldes o legisladores. Pero aun en estos casos, los votantes son muchos y, lo que es peor, los candidatos no alcanzarían su postulación si no es a través de partidos políticos.
Si un dirigente de un partido decide abandonar su vieja militancia política, y pasarse a otra organización, es recibido con aplausos y nominado poco después para un cargo electivo. El partido que lo recibe se hace cargo de su destino político. Parecería que, efectivamente, los partidos mandan, que los dirigentes son bielas o engranajes de un maquinaria mayor que los mueve a todos. A veces ciertos entendidos en los trasfondos de la política domestica, afirman: ese hombre tiene mucha gente que lo sigue en tal o cual municipio. Llevará un nuevo caudal de votos que, en esa provincia, podría ser decisivo.
En ocasiones el dirigente que se traslada de partido no parece tener muchos seguidores; pero es acogido con beneplácito porque se busca un golpe de efecto. Explican los entendidos que así se difunde la impresión de que los políticos del bando opuesto están abandonando una embarcación que dan por perdida. Que el sujeto no tenga adeptos que le sigan no es importante; lo esencial es que se diga: se fue con fulano. Es un asunto publicitario: ese partido le esta sacando los militantes a otra organización.
La gente dice estar hastiada de los partidos: de su falta de ideología, de seriedad de proyectos sociales concretos. Se pregona que los partidos carecen de credibilidad, así como la mayoría de sus dirigentes. Pero siguen siendo los lugares donde acuden todos los días montones de individuos, como si fueran los consultorios de curanderos populares. Las personas educadas piensan que las tisanas no curan fiebres económicas, ni urticarias sociales; pero los consultorios siguen llenos y los curanderos dando recetas.