En todas las culturas existen danzas: eróticas, rituales, macabras, grupales, de parejas, para solistas; en Cuba, como era de esperar en el Caribe, hay también de ñapa- el danzón y el danzonete. Podemos decir, con pasable rigor antropológico, que el hombre es un animal que baila. ¿Por qué baila el bailarín? He oído argumentar: el bailarín ofrece un espectáculo, presenta un número al público. El famoso bailador Valentín el deshuesado, llegó a ser una atracción de los cabarets de París a finales del siglo XIX. En la RD hemos disfrutado mucho viendo bailar el son a Chencha y Bonyé, con virtuosismo añejado, ceremonioso, elegante.
Claro que el baile puede ser espectáculo. En el ballet espléndido espectáculo coreográfico, visual, quinético, musical- culmina la danza como arte escénico de admirable y depurada técnica. Pero el baile es un impulso orgánico del hombre que produce placer al bailante, aunque nadie le vea mudar un paso. El aplauso y el público no cuentan para el bailador tímido, no profesional. Varios dominicanos que visitaban Austria entraron a un bar atendido por turcos; al oír a través de un altoparlante el famoso merengue Compadre Pedro Juan la sorpresa fue tan grande que todos, al mismo tiempo, comenzaron a bailar con entusiasmo y sin inhibiciones.
Erguir el espinazo, sujetarse el vientre al dar un paso de baile, son actos instintivos de celebración vital, atados al ritmo corporal, a la respiración y los latidos del corazón. Sudar copiosamente durante un baile no es lo mismo que sudar al sol cambiando una goma pinchada. La sofocación del baile no entorpece la risa; es una disnea gozosa. ¿Por qué escribe el escritor? Creo que por las mismos motivos que baila el bailarín. Da curso al escribir a un misterioso tropismo, parecido a la inflorescencia, a la germinación de las semillas.
Los chinos practican el arte de la caligrafía con unos pinceles de largos palotes, untados de aceite. Los caracteres chinos son extraños para mí; también las letras griegas o hebreas. Sin embargo, siento grandísima atracción por los trazos de lenguas que no conozco. Cultivar las letras es una vieja expresión agrícola; se aplicaba a literatos. ¿Por qué los escritores contemplan, extasiados, letras que no entienden?