A PLENO PULMÓN
De viejos y borrachos

A PLENO PULMÓN<BR>De viejos y borrachos

Tan pronto llegué al bar y me senté, Epitafio me dijo: –Ese hombre que ves ahí pasa por las “dificultades propias del envejecimiento de los tejidos”; y los agrava bebiendo whisky casi todos los días.  Está jubilado; por eso tiene tiempo para hablar con sus “amigotes”, como llama su esposa a los contertulios de don Mingo.  Obligado a usar espejuelos con vidrios gruesos, va al baño a menudo para orinar; toma pastillas para la presión arterial, para la próstata.  Al acabar de hablar sobre don Mingo, Epitafio me miró para saber si lo había escuchado.  –Sin embargo, no ha perdido la cabeza, concluyó.

–Se ve claro que te gusta observar la decadencia de las personas.  A casi todos los viejos les ocurre lo que a don Mingo. El general De Gaulle opinaba: “la vejez es un naufragio”.  Como una goleta que zozobra, van haciendo agua los aparejos, mástiles y velas.  Los carros viejos fallan primero con el encendido, después con la generación, finalmente con la marcha.  Es indudable, la mayor parte de los viejos ingresa al reino del bastón.  –No hables tonterías; esas cosas las sabe todo el mundo; se caen de la mata.  Lo que debes hacer es escuchar los saberes de los viejos acerca de política o de la conducta humana.

–Ver un muchacho crecer, seguramente, es mucho más agradable que observar a un viejo decaer.  –¿Crees haber descubierto algo nuevo? Los jovencitos están compuestos de ignorancia y de esperanzas, por partes iguales.  Estos viejos que se distraen aquí no tienen esperanzas; ya están desilusionados, amargados por lo que han visto en los últimos cincuenta años.  Es deprimente oírlos más de dos veces por semana.  –Está bien, Epitafio, dime ¿qué dice este vejete? Opinas que no ha perdido la cabeza, a pesar de la tos y de la horrible cachucha negra que le cubre la calva.

–No seas cruel con las personas mayores.  Él se desahoga pronunciando discursos privados en presencia de amigos y “amigotes”.  Eso le cuesta menos que un psiquiatra.  Así ahorra; siempre tiene dinero para pagar las cuentas del bar.  No creo que dejará deudas al morir.  –Bien; ¿qué dice el viejo? –Dice que la deshonestidad está destruyendo la RD.

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