A PLENO PULMÓN
Decisiones políticas

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Estamos en vísperas de hacer cola para registrar nuestro voto en la mesa electoral que nos corresponda.  No dejaré de votar aunque llueva copiosamente; ni siquiera en el caso,  poco probable, de que haya disturbios, que “se formen molotes”.  Tengo conciencia de la inconformidad de la sociedad dominicana frente a los dos partidos mayoritarios que disputarán las próximas elecciones.  Sé que en algunos estamentos sociales existen dudas, vacilaciones, falta de entusiasmo.  Esa falta de entusiasmo ante los dimes y diretes de la compaña política me parece un signo inequívoco de madurez.  La gente votará “por conveniencias”, sean económicas, burocráticas, cívicas, personales o de grupo.

 Además de tomar decisiones políticas, tendremos que hacer frías reflexiones acerca del porvenir inmediato de nuestro país.  “Reflexión fría” es lo mismo que decir sin entusiasmo; sin “candideces líricas y efusiones sentimentales”, diría el doctor Joaquín Balaguer.  El fervor religioso o artístico pueden tener sentido o justificación; el fervor político no parece adecuado en una época como la actual, que podríamos llamar: “camisectaria, cachuchante y propagandística”.   El propio Presidente de la República, Leonel Fernández, explicó en una ocasión que vivíamos bajo “la partidocracia”, un régimen político no  muy bien definido en los textos de teoría del Estado.

La insatisfacción de otras sociedades por la “partidocracia” se ha expresado: en Venezuela, ante “adecos” y “copeyanos”; en Grecia, donde la población sufre una crisis económica, se manifiesta actualmente un vivo rechazo a la “partidocracia”.  El diario “El País” publicó ayer esta noticia: “los descontentos griegos dinamitaron en las urnas el bipartidismo, vigente desde la restauración de la democracia en 1974”.  Con el agravante de que ahora los “neonazis y la extrema izquierda, serán decisivos en el Parlamento griego”.

Después de la muerte de Trujillo en 1961, del golpe de Estado contra Bosch en 1963, el desembarco de tropas norteamericanas en 1965, hemos ido configurando nuestra forma específica de “partridocracia”.  Desde 1966 hasta el momento han transcurrido 45 años.  Esta experiencia formativa no deberíamos desperdiciarla sino enriquecerla.  He leído un editorial escrito por un notable periodista, culto y capaz, quien afirma: “estas elecciones no son más que la lucha de [una] oligarquía, blanca o morada, por preservar su hegemonía”. Pensemos bien antes de votar.

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