A PLENO PULMÓN
Derechos encontrados

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Derechos encontrados

Vivimos hoy en medio de azorantes paradojas.  Lo primero es que los delincuentes disponen de más recursos económicos, armas y medios de comunicación, que los representantes legítimos del “poder público”.  Policías, ejércitos, gobiernos, son impotentes frente a las fuerzas de los delincuentes organizados.  Ese es el caso de México en la actualidad.  En muchos países los delincuentes poseen equipos de alta tecnología que no tienen los cuerpos encargados de combatirlos. Por eso se ha expandido en las sociedades un angustioso sentimiento de indefensión.  Cada individuo está obligado a organizar su modo particular de protegerse.

Si no puedo confiar en la policía, debo ser mi propio “guachimán” o formar una pequeña “milicia propia”.  Siguiendo ese razonamiento llegaríamos rápidamente al desorden social, a los reinos de taifas. Cuando se trata de escoger entre libertad y orden, los hombres optan con frecuencia por el orden sacrificando la libertad y, con este rodeo, aceptan el despotismo. Si a esto se añade la preocupación por la seguridad o el bienestar, con más rapidez la gente reclamará la dictadura.   Poco después, esa misma tiranía les acogotará y sufrirán por ella.

Otra paradoja dolorosa es que la economía internacional de hoy promueve la emigración.  Un empresario multinacional que produce ropa en Bangladesh… le vende en Londres, París, Nueva York.  Paga salarios bajos a trabajadores pobres y coloca su producción entre consumidores ricos, de regiones desarrolladas.  El número total de emigrantes en el mundo “compone” actualmente el “tercer país” más poblado, después de China y la India.  Los emigrantes causan trastornos en las sociedades anfitrionas, sea por razones culturales, sanitarias, laborales; a veces por prejuicios raciales o intolerancia religiosa.

El emigrante que decide irse de su país lo hace porque quiere mejor salario, vida más segura, perspectivas auspiciosas, educación para sus hijos.  Cuando los emigrantes llegan a ser muchos, comienzan los conflictos laborales; si son “demasiados” dan paso a la xenofobia.  Mantener este tinglado, económico y migratorio, exige la defensa de los derechos humanos del migrante.  Entonces surge la mayor paradoja: ¿Es posible que los “derechos humanos” de emigrantes extranjeros terminen anulando “derechos constitucionales” de los ciudadanos de aquellos países que los reciben? Es un enorme problema; jurídico y de psicología social.

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