A PLENO PULMÓN
Derrotar el derrotismo

A PLENO PULMÓN<BR>Derrotar el derrotismo

La mayor parte de los dominicanos no tiene fe en el destino de nuestro país.  La experiencia reiterada ha sido el fracaso político, la ruina económica y la frustración social.  Nos han inoculado programaticamente la desesperanza.  Santana, Báez, Lilis, Trujillo, fueron gobernantes “exitosos”. En cambio, Billini, Espaillat, Juan Bosch, fracasaron en su empeño de gobernarnos de manera distinta a la habitual.  Se nos dice que esos hombres actuaban a contrapelo de los patrones básicos de la psicología social dominicana, contradecían costumbres políticas de viejo establecidas; que por su educación e ideales eran “extranjeros nacidos en nuestra tierra”.

El pesimismo dominicano –o fatalismo, si se prefiere– ha penetrado profundamente en nuestras cabezas y nos condiciona negativamente para toda empresa colectiva.  Es una ideología perturbadora y paralizante.  Cada vez que alguien intenta mejorar un servicio público, cambiar algunas reglas de convivencia, se le pronostica invariablemente la derrota total.  Es un iluso, se dice; y luego se añade: “esto no lo arregla nadie porque el pueblo no sirve para nada”.  Esta actitud mental da paso a la justificación de la violencia: “sólo podemos ser gobernados por la fuerza”.  Muchas personas arguyen que no son pesimistas sino “realistas con los pies afincados en la tierra”.

 Se refuerza así la idea del “providencialismo político, de la llegada de un “hombre fuerte al gobierno…. para que nos meta en cintura”.  La historia dominicana puede ser resumida como pobreza, violencia y desorden, durante cuatro siglos.  Es, precisamente, lo que debemos afrontar con la firme voluntad de cambiar algo que nos aplasta a todos.  Pero todavía no nos hemos organizado para lograrlo. 

Produce satisfacción leer el folleto publicado por Pelegrín Castillo en el cual propone “derrotar el derrotismo”.  Pelegrín está convencido de que es necesario hacer “la revolución del proyecto nacional” y trazar una “ruta de la esperanza”.  Ambas cosas podrían contribuir a remover los escollos que se oponen a nuestro desarrollo económico y social: insuflar un proyecto colectivo de vida común; estimular la autoestima del hombre dominicano, capaz de producir grandes poetas y deportistas de primer rango.  Estas tareas incumben a todos los líderes dominicanos, no sólo a Pelegrín Castillo.  Él las ha formulado como programa; ojalá podamos verlas realizadas algún día.

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