A PLENO PULMÓN
Desarraigo forzoso

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Desarraigo forzoso

En algunas situaciones desesperadas, emigrar es la única decisión razonable que puede tomar un hombre equilibrado. Guerras civiles devastadoras, crisis económicas de larga duración, suelen “empujar” gentes honradas, trabajadoras,  a “irse de sus países”.  Generalmente es una decisión forzada, algo que hacemos cuando “no hay más remedio”.  Huir, esconderse después de una batalla perdida, son medios para salvar la vida.  Un régimen político despótico obliga a veces a emigrar por “preservar el pellejo”, la calidad de la vida, la dignidad de la familia.  Es doloroso trance ser un desarraigado, un hombre sin vínculos afectivos en el lugar donde escoge vivir. 

He sabido de una familia numerosa, del interior del país, cuyos miembros sufrieron “malos ratos” durante la dictadura de Trujillo.  Eran nueve hijos, de los cuales siete llegaron a la edad adulta; de estos siete, cinco fueron al exilio;  dos se establecieron en Puerto Rico, uno en los EUA y otros dos en Venezuela.  El mayor de ellos se enroló en la frustrada expedición de Cayo Confites.  Conservó la vida milagrosamente.  Los que fueron a Puerto Rico, uno médico, otro abogado, “lo pasaron” relativamente bien; el médico, porque había hecho especialidad “en el extranjero”, pudo ejercer la medicina; el abogado, en cambio, tuvo que conducir un taxi y trabajar como “pasante” en una notaría.

Los radicados en Venezuela, dedicados a actividades comerciales, contrajeron matrimonio con mujeres venezolanas y procrearon hijos venezolanos.  El que marchó a los EUA trabajó toda su vida en la administración de un periódico.  Todos pudieron volver a su tierra, muerto ya Trujillo, y abrazar a sus familiares a quienes era difícil enviar cartas sin ponerlos en riesgo de ser “investigados”.  Entre dieciséis y veinte años estuvieron ausentes, pues los hermanos no salieron juntos de la RD.  Sólo uno pudo quedarse en SD.  Los demás regresaron a Venezuela y Puerto Rico.  No lograron “adaptarse” al país que habían abandonado.

El médico intentó poner un consultorio en RD.  Alquiló una casa en la avenida Duarte, en medio de tiendas de ropa barata y chucherías.  Colocó vistosos letreros: LABORATORIO-Médico general-CORAZÓN.  Hizo pintar un corazón en la fachada.   Muy poca gente “subió” donde un profesional capaz, responsable, bueno, que ya “no entendía” su propio país.

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