La nochebuena es una fiesta religiosa cristiana; también es una época de parrandas desaforadas, venta de comidas y licores. Hay quienes llaman al último mes del año mes de bebienbre. La fe religiosa y los negocios comerciales pueden coexistir; en ocasiones estrechamente ligados. He visto velones en forma de corazón, destinados a los enfermos cardiacos que acuden al santuario de la Virgen de Fátima, en Portugal. Desde hace siglos se viene discutiendo acerca de la lucha entre el carnaval y la cuaresma; una fiesta religiosa cristiana y otra pagana, según afirman los antropólogos. Existe un famoso cuadro con este tema de la batalla entre el carnaval y la cuaresma.
Lo pintó en 1559 nada menos que Peter Brueghel, el viejo, un extraordinario artista flamenco. Aparece en el cuadro un hombre gordo montado sobre un tonel de vino, viva representación del despilfarro y la embriaguez. Algunas figuras del cuadro son mujeres que venden pescado, o sea, se abstienen de comer huevos y carnes rojas durante la cuaresma. Otros personajes ayudan mendigos en la puerta de una iglesia. También incluye músicos que tocan y gente bailando. Como se ve, no han cambiado gran cosa las fiestas populares desde la baja Edad Media. Unos siguen los preceptos de la Iglesia; otros olvidan todas las reglas y mandamientos.
En Santo Domingo escucharemos aguinaldos profanos y villancicos religiosos. Tendremos pasteles en hojas y puerco asado. Muchas familias dominicanas se reunirán en torno de mesas bien servidas; brindarán por la prosperidad de sus economías. Algunas tendrán el cuidado de preparar canastas para los pobres que no pueden poner la mesa como ellos. Claro que además habrá música. No han desaparecido los conjuntos de tambora, güiro y acordeón. Los pericos ripiaos alegrarán vidas en muchísimos barrios marginados.
No daré a los lectores de esta columna recomendaciones que tal vez no quieran seguir. Las personas mayores de sesenta años no pueden darse una panzada. Ya lo hicieron alguna vez; si beben en exceso podrían terminar hospitalizados. Los jóvenes pueden concederse mayores libertades, pues más adelante se volverán conservadores. Me gustaría comer lerenes y oír villancicos clásicos; también disponer de teleras bien horneadas, pierna de cerdo, ensalada tradicional. Descansar de malas noticias políticas, económicas.