A PLENO PULMÓN
Desechar la epopeya

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Miles de dominicanos hemos leído en letras de bronce el famoso verso de las “Odas” de Horacio: “Dulce y decoroso (bello) es morir por la patria”; está grabado en latín sobre el arco de la Puerta de El Conde, antigua tumba de los Padres de la Patria.   En 1944, centenario de la fundación de la República Dominicana, el gobierno instaló allí una lámpara votiva que ardía perpetuamente en memoria de Duarte, Sánchez y Mella.  En una cafetería de la ciudad colonial oí, hace tiempo, a un funcionario enriquecido, recitando parodias del poeta Horacio: “Dulce y decoroso es morir por la patria”; pero mucho más dulce, aunque menos decoroso, es vivir a costa de ella.  En aquella época el desvergonzado autor de la parodia reconocía que “vivir de la patria” era menos bello o decoroso.

Ya no es así.  “Altar de la Patria” es nombre oficial del sepulcro de nuestros próceres máximos. Actualmente no es altar sino tabla de carnicería.  José Martí podría decir que “el ara”, más que pedestal, es “plataforma de lanzamiento”.  El “baluarte 27 de febrero” ha sido demolido sentimentalmente.  Los jóvenes no están “conectados” con la poesía épica.  Todos los días ven que un justo puede ser maltratado; y un delincuente indultado.  Estos trastornos en los afectos podrían llevarnos a aberraciones mayores: sentir odio por las víctimas y amor por los victimarios.

 Se han resquebrajado las lealtades colectivas en muchos países. El fenómeno abarca a todas las clases sociales.  No es verosímil que surja algo equiparable a “la resistencia francesa” durante la Segunda Guerra Mundial.  De Gaulle afirmaba: “Yo soy la Francia”. No hay suficiente “poder aglutinante” para afrontar problemas comunes complejos.  Los movimientos colectivos generalizados están “de capa caída”.  No existen “causas” por las cuales luchen grandes grupos humanos.  Nadie “empuña una bandera”, abraza una “misión redentora”.

“Solidaridad grupal” sólo es posible para conjuntos mínimos: para la orgía, la compañía de negocios, el “club”, el equipo deportivo.  Ni siquiera los profesionales de una misma disciplina logran actuar coordinadamente, aun en beneficio de sus propios intereses económicos.  Una “actitud anti-épica” impide la cohesión. Para agravar más las cosas, los políticos disponen actualmente de medios sutiles para “disolver” la solidaridad entre las personas.

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