A PLENO PULMÓN
Digerir a Trujillo

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El régimen de Trujillo nunca fue “desmantelado”.  La organización militar de su gobierno continuó intacta después de su muerte.  Es cierto que algunos personajes muy impopulares salieron del escenario.  Pero todo el tinglado, militar, administrativo, permaneció sin cambios importantes.  Se dice: “a Trujillo lo mataron sus amigos”; se entiende, amigos de su entorno que dejaron de serlo.  Quiere decir que murió un hombre, salió del país la familia de ese hombre, pero no se desarticuló su maquinaria de dominio.

Desde los comienzos de la Era de Trujillo hubo resistencia contra su estilo de gobierno: en los años treinta, en los cuarenta, a fines de los cincuenta; a nuestro país llegaron varias expediciones armadas; surgieron numerosas conjuras y movimientos internos, civiles y militares.  Ninguno de estos esfuerzos logró derrocar a Trujillo.  La población había sido desarmada durante ocho años de ocupación militar norteamericana.  Trujillo, jefe de la policía y luego del gobierno, fue, durante décadas, el principal empleador de la República.  Y controló rígidamente la radio, la prensa escrita, la televisión.

No es justo afirmar que “el pueblo dominicano nada hizo para librarse de Trujillo”.  A pesar de la represión, por encima del miedo a los esbirros, cientos de jóvenes, ingenuos y sin experiencia política, fueron a parar a las cárceles acusados de conspirar contra la dictadura.  Después de consumado el magnicidio, muchos de esos jóvenes, salidos ya de las prisiones y pabellones de tortura, creyeron que la llamada “destrujillizacion” sería un acto político parecido a la “desnazificacion” de Alemania.  La Segunda Guerra Mundial arrasó con la estructura partidaria, militar, económica, de Hitler.  No fue así en el caso de Trujillo.

En 1961 mataron a Trujillo; en 1962 Juan Bosch alcanzó el poder, electoralmente, con “ayuda de los trujillistas”; en 1963, la ejecución del golpe de Estado contra Bosch reunió a trujillistas y antitrujillistas en un mismo propósito; en 1965, la intervención militar norteamericana contó con apoyos internos “mixturados”.  En 1966 Balaguer gana las elecciones y todo vuelve a la estabilidad tradicional.  Pero la sociedad dominicana no consiguió realizar la “catarsis”: purgar sentimientos de culpa, desahogar frustraciones políticas, canalizar rencores de víctimas contra victimarios. Tal vez por eso preferimos defender a Trujillo y denostar a Balaguer.

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