A PLENO PULMÓN
Dios con buena prensa

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José Ortega y Gasset escribió en 1926 un artículo titulado “Dios, a la vista”.  Este escrito aparece en “El espectador”-VI.  Ortega dice: “al abandonar las demás actividades de la cultura el tema de lo divino, sólo la religión continúa tratándolo, y todos llegan a olvidar que Dios es también un asunto profano”.  El tema de Dios ha sufrido “idas y venidas”; hay épocas de “odio a Dios”, de ateismo militante; y tiempos de “olvido de Dios”, como afirma Julián Marías, en que la gente ni siquiera se plantea el problema de su negación.  Según Ortega –hombre nada religioso–, a veces “la montaña de Dios llega casi a desaparecer del horizonte”.

Pero después, “súbitamente, con la gracia intacta de una costa virgen, emerge […] el acantilado de la divinidad”.  Es entonces cuando Ortega pone su título con admiración y comillas: “!Dios, a la vista!”, como si lo gritara un navegante.  Hay momentos de la historia en que ciertos hombres sienten asco ante un mundo peligroso, atroz, dominado por la codicia y la inmoralidad.  Si el mundo está lleno de perversidad, es razonable volver los ojos hacia Dios.  Esta fue la opinión de los seguidores de la secta herética marcionita, en los albores del cristianismo.

 Es probable que a Dios no le importen las discusiones sobre infiernos y purgatorios; no estoy seguro de que no le atraigan las visiones del Paraíso.  En el fondo de todo este embrollo están los problemas del bien y del mal: Dios y diablo ¿Podrían los hombres vivir mejor? ¿Será posible, alguna vez, alcanzar “la paz perpetua” que postulaba Kant?  ¿Dejará de considerarse “una bagatela” perdonable que “un Estado pequeño sea conquistado por otro mucho mayor para un supuesto mundo mejor”?  Los religiosos llaman “redención” a lo que Kant rotula pomposamente: “armonía de la política con la moral según el concepto trascendental del derecho público”.

 La expresión latina “Deo juvante”, con ayuda de Dios, la usamos actualmente en otra forma: “Dios mediante”.  Vivimos ahora sumidos en el desprecio de los valores religiosos, morales, familiares.  Pero existen artistas que desean “experimentar” los efectos del bien sobre el alma humana.  Sueñan con sofocar la maldad, el odio.  ¿Conseguirá Dios mediación de la buena prensa?

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