A PLENO PULMÓN
Documentos del buzón

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La noticia de la ceremonia de clausura del viejo buzón no apareció en los periódicos.  En una lista de “actos realizados por el cabildo durante la semana” se informaba, escuetamente: “Homenaje y soldadura del buzón”, viernes, 3.pm.  Pero de boca en boca se transmitió rápidamente la historia de la soldadura del candado.  Dos periodistas amigos hablaban del asunto como si se tratara de una broma.  – ¿En qué país del mundo se “condena” la cerradura de un buzón?  ¡Para conservarlo como pieza característica de la ciudad!  – Para colmo, con discursos y comitiva.  – Sólo faltó un caballo y un jinete que leyera un bando.

Decidí ir personalmente “al lugar de los hechos”.  Llegué a la ciudad colonial a las 9.30.  La brisa de la mañana y el suave sol primaveral me inclinaron a contemplar el enorme roble de la plazuela triangular de  María Trinidad Sánchez.  En los años cincuenta un poeta romántico, residente cercano, escribió acerca de ese árbol: “[…] un viejo roble/ de porte altivo y continente noble/ que calma mis dolores/ con la lluvia aromada de sus flores”.  Me senté en un banco de hierro frente al busto de María Trinidad; luego pregunté a un “parqueador” ¿Es cierto que por aquí hay un buzón que lo llenan de día y lo vacían durante la noche?

– Señor, no tengo conocimiento de lo que pregunta; tal vez le pueda ayudar la señora que vende los escapularios.  –¿Dónde puedo encontrarla?  – Frente a la iglesia, allí, en esta calle. Fui derecho a la  iglesia y entré en una tiendecita de crucifijos, rosarios, estampas de la Virgen de las Mercedes.  – ¿Es usted quien vende los escapularios? – Sí señor, a sus ordenes.  – Me han dicho que el buzón de la esquina lo rellenan de pasquines durante el día y después, al anochecer, viene gente a sacarlos para venderlos al mejor postor.  – Bueno, hay policías vigilando desde el campanario de la iglesia hace un mes.

–  Señor, los documentos que sacan del buzón los llevan a la logia de la calle José Reyes, los copian, y reparten unos y venden otros.  Pero yo no estoy en eso.  Siga averiguando usted; y no se arriesgue demasiado por esos asquerosos chismes mundanos.   –  Muchas gracias, señora.

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