A PLENO PULMÓN
Dominicanos provisionales

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>Dominicanos provisionales

Los políticos dominicanos de hoy creen que el problema de la inmigración haitiana se puede escamotear.  La presencia de dos millones de emigrantes, en cualquier lugar del mundo, es inocultable. En un pequeño país, tamaño volumen “hace bulto”. Pero nuestros políticos, en este caso, hacen igual que los magos de feria: desaparecen palomas o conejos dentro de grandes sombreros de copa. Los emigrantes, por supuesto, no caben en una chistera. Desbordan el ala del sombrero desde que reclaman derechos laborales, exigen documentos de identidad del país anfitrión, se organizan políticamente, arman escándalos internacionales. 

Ningún político local puede evitar que se manifieste el deseo legítimo de un emigrante – haitiano o chino – por “regularizar” su situación jurídica; todos quieren ser “carnetizados”, documentados o nacionalizados, si fuera posible. Los emigrantes pasan a través de la frontera dominico – haitiana porque “encuentran facilidades” para hacerlo; tienen motivos suficientes para desearlo. En Haití no encuentran trabajo y en la RD todavía hay “mejores perspectivas” económicas. Emigrar es una decisión explicable.  Los militares dominicanos suelen ser “complacientes”; los cónsules también, pues ganan dinero al conceder visas de entrada al territorio dominicano.

Los empresarios dominicanos – agrícolas, industriales, de la construcción – necesitan mano de obra extranjera barata. Militares, cónsules, empresarios, coinciden en el mismo objetivo: que lleguen más emigrantes. Las entidades internacionales sin fines de lucro, sean organizaciones de beneficencia, grupos religiosos, ONG, todas son defensoras de emigrantes pobres, de refugiados hambrientos, de perseguidos políticos.  Puede decirse que su trabajo consiste en lograr “que entren muchos y salgan pocos”. Los grandes países, como es regla, no desean emigrantes con poca salud, poca educación y ningún dinero.  Mejor es “que se queden en la misma región” de donde proceden, concluyen.

Ahora está a la vista que algunos políticos quieren aprovechar estas circunstancias laborales, geopolíticas, para conseguir el voto de “emigrantes agradecidos” por “fortuna constitucional” o buena suerte administrativa. En el pasado, los partidos políticos “cedulaban” haitianos para ganar elecciones con unos “dominicanos provisionales”. Tan pronto cerraban los colegios electorales los “cedulados” haitianos volvían a ser extranjeros.  Abordar este tema tiene el peligro de rememorar “el antiguo trujillismo retrógrado”.  Pero hay otro peligro mayor: que los cedulados dominicanos terminen siendo “extranjeros definitivos” en su propio país.

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