A PLENO PULMÓN
Dos pobrezas sumadas

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Durante la Guerra Fría que libraron  Estados Unidos y la Unión Soviética los pueblos pobres “de la periferia” vivieron momentos muy duros políticamente.  La guerra era “fría” para los dos colosos que emergieron de la Segunda Guerra Mundial; pero fue “caliente” para un montón de países pequeños.  La confrontación ideológica de entonces resultaba áspera y desagradable para profesores, escritores, periodistas, que no fueran “primariamente” políticos.  En cambio, los militantes políticos de izquierda o de derecha se sentían a sus anchas en aquella atmósfera “crispada”.

 Esa situación empezó a cambiar en 1989 cuando el Muro de Berlín fue demolido.  La desaparición de algunos gobiernos totalitarios en Europa del Este, el desmembramiento de la URSS, contribuyeron a despejar aquel ambiente tórrido, de desprecio reciproco, terrorismo moral, delación, espionaje.  El costo social de esa pugna monstruosa fue elevado; mataba cuerpos y almas.

 En esa época circularon teorías geopolíticas, se formularon tesis sociales acerca de “movimientos de masas”; también planes “tácticos y estratégicos”.  Esas opiniones acerca de cómo “forjar el futuro”, variaban según el lugar donde fueran a ser “aplicadas”.  El “cono Sur” no era lo mismo que “el Sudeste de Asia”.  En las Antillas, la revolución cubana “impuso” algunos moldes mentales.  Haití y RD eran vistos como una sola “entidad social”.  La pobreza de Haití, unida a la pobreza de la RD, podrían componer un “detonante político” para dar inicio a una revolución social.  Los prejuicios raciales podrían magnificar el descontento en las dos colectividades de la isla.

Los expertos de izquierda superponían a los problemas económicos, los distingos de raza.  Una pobreza, más otra pobreza, son dos pobrezas; un discriminado, más otro discriminado, son dos discriminados.  La suma de pobrezas y discriminaciones raciales, allanarían el camino hacia la explosión social.  Todavía hoy, muchos politólogos partidarios del socialismo comparten estas visiones.  No toman en cuenta la posibilidad de que la pobreza A sea culturalmente distinta de la pobreza B; y que, en vez de “agregarse”, se “desagreguen” en una especie de rechazo magnético de partículas con electricidad del mismo signo.  Siempre se ha dicho que los aprendices de brujo “producen” realidades que no esperan ver.  Por ejemplo: que en lugar de una revolución social, estalle una guerra civil.

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