A PLENO PULMÓN
Drenar los disgustos

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Todas las semanas topo con personas desconocidas que me abordan en lugares públicos: supermercados, estaciones de gasolina, centros comerciales; generalmente me piden  que escriba acerca de esto o lo otro.  Mencionan engorrosos problemas judiciales, asuntos políticos sumamente conflictivos, la “criminalidad creciente”, la adicción a las drogas, el narcotráfico.  Todos estos temas son importantes; y merecen, no uno sino muchos comentarios periodísticos.  La mayor parte de estas personas actúa de buena fe.   Son gentes movidas por el interés de corregir irritantes problemas colectivos.  Estiman que yo podría “aportar una idea”, dar un “consejo aclarador y oportuno”.

Agradezco, desde luego, que tantos adultos, generosos o despistados, crean que esta columna puede tener muchos lectores e “influencia”.  También “aparecen” individuos que disfrutan al “echar” sobre el interlocutor ocasional preguntas embarazosas, a veces cargadas de malignidad.   –¿Qué le parece una nueva  reelección de Leonel Fernández? –¿El caso de Paya podrá aclararse algún día?    –¿Dígame usted si el Presidente logrará controlar a la policía?   –Los periodistas deben escribir más sobre la corrupción administrativa.   –¿No le parece excesivo el costo de las campañas electorales?  –¡Comente el vídeo de las mujeres de Figueroa Agosto!  –¡Fíjese en los precios de los comestibles que venden aquí!

 Por causa de “apuros económicos” algunos hombres deciden “lanzarse a la palestra pública”.  Suponen que encontrarán una vía fácil para enriquecerse.  –¿Si otros lo han hecho, por qué no puedo hacerlo yo?  En poco tiempo chocan con dificultades que los competidores “interponen” a sus ambiciones.  No tardan en añadir odios y frustraciones a las estrecheces económicas.   En esos casos, a falta de un psicólogo, no hay nada mejor que un periodista para desahogar disgustos y resentimientos.    –¿Usted no sabe la clase de tipo que es el diputado fulano de tal?   Pues le voy a contar. 

La sociedad contiene un “muestrario” enorme de tipos humanos, estilos de vida.  Todas las estadísticas  contemporáneas revelan que “la mala educación es la norma”.  Es frecuente que hombres mal educados utilicen a otros como “receptáculos” de descarga psíquica.  “Este pequeño mundo…” era el nombre burlón de la sección periodística del fallecido escritor cubano Guillermo Cabrera Infante en la revista “Carteles”.  Este pequeño escrito es un drenaje de los disgustos ocasionados por esos encuentros.

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