A PLENO PULMÓN
Econografía política

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Mil empresas pequeñas no pueden ser “sustituidas” por mil planificadores y mil policías.  Tampoco el servicio que brindan, ni su eficiencia, ni “el rendimiento neto” del capital.  El “tono económico” general de un país “lo da” el grueso de las empresas de nivel medio que producen “bienes de consumo”.  Las grandes empresas, como es obvio, emplean mayor número de personas, pagan más impuestos, actúan como agentes de retención de los tributos de consumidores y empleados.  La “seguridad social” sería insostenible sin esa “cadena” de inversión, producción, empleo, consumo, créditos y pagos.  El empleado regular puede pagar, “regularmente”, el pagaré que ha firmado para comprar una nevera, un televisor, una motocicleta, un automóvil compacto.

Las ventas a crédito, la renovación de existencias de electrodomésticos, dependen del “ritmo mensual” de los salarios.  Los “descuentos de pagarés -para refinanciamiento de empresas comerciales- no serían posibles sin la “regularidad” de los pagos de un deudor con ingresos periódicos “regulares”.  Las grandes empresas no pueden operar sin el concurso de organizaciones complejas que las soporten: en el orden técnico, en los asuntos administrativos y de recursos humanos;  lo mismo en controles de producción, mercadeo, promoción, flujos financieros, computarización de datos estadísticos.

Las grandes empresas actúan como “rompehielos económicos” porque pueden medir mejor el crecimiento o la disminución del consumo, los obstáculos internacionales de carácter monetario.  Los pequeños y  medianos empresarios están ocupados, exclusivamente, en subsistir o en crecer.  Los grandes son capaces de prever y planear. El gerente de una gran empresa presta atención al conjunto de las actividades económicas.  Pone los ojos sobre el “big picture”, no sólo en detalles de las operaciones de cada día. 

El curso convulsivo de nuestra historia política y económica nos privó de disciplina laboral y administrativa.  Anexiones, cesiones, invasiones, guerras, fronterizas e intestinas, convirtieron a los militares en el único grupo social con disciplina.  La limpieza y el orden de los cuarteles los quisiéramos para la economía o la política. Por eso, en momentos de gran desorden, se dice: ¡aquí hace falta un guardia!  En realidad, “el guardia con el tolete” ha sido un remedio purgante para la falta de disciplina empresarial, laboral, intelectual.  Atrevámonos a “repensar” los problemas que obstruyen nuestro desarrollo.

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