A PLENO PULMÓN
El abrazapalo

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Mientras cursaba la escuela primaria conocí a un niño que siempre tenía la nariz enrojecida.  Sufría alguna alergia, quizás rinitis.  En ese tiempo no podía distinguir los significados de esas palabras.  Solo sabía que mi compañero Armando llevaba a todas partes – jugara, estudiara o vacacionara –  una larga nariz colorada.  Un día, durante las vacaciones de verano, nos reunimos bajo un árbol de almendras a partir semillas secas con una piedra.  El rugoso tronco del árbol, lleno de surcos profundos, me pareció imponente. – ¡Ten cuidado! gritó Armando. –  ¡Baja la cabeza!  Alcancé a ver un mariposón gris y negro que se posó en el almendro.

– ¿De dónde salió esa mariposa tan grande? pregunté.  – No es una mariposa; es un abrazapalo.  Cuando hay viento se pegan de los árboles grandes para protegerse.  Si no lo hacen, el viento los arrastra y los tumba, pues tienen alas demasiado grandes.  Vámonos de aquí.  Si un abrazapalo aletea sobre tu cabeza y te cae el polvo que suelta de las alas, podría dejarte ciego o irritarte los pulmones y la nariz.  – ¿Una simple mariposa puede hacer eso? – No es mariposa; es un abrazapalo negro; cuando se pega a un árbol, en tiempos de lluvia y viento, caga el tronco y seca la mata.

Las mariposas avanzan dando tumbos, como los veleros en el mar; poniendo las alas hacia un lado u otro, el viento mismo las ayuda a desplazarse.  Corrigen la dirección cuando disminuye la intensidad de la brisa.  Por eso los niños creen que las mariposas dan bandazos.  Según explicaba Armando, el abrazapalo se arrima a los troncos para descansar; pero los destruye con la acción corrosiva del polvo de las alas y la acidez de las deyecciones, que penetran en los pliegues de las cortezas.  Armando añadió: – además, el abrazapalo da mala suerte.

 Hace tres meses, en un supermercado, vi un señor con la cabeza encanecida y la nariz rojiza.  Era mi compañero Armando; se acercó sonriente, me puso una mano sobre el hombro.  – Estos políticos que tenemos ahora son como abrazapalos.  Se agarran de los personajes poderosos hasta dejarlos muertos o exhaustos.  Entonces buscan otros palos firmes para abrazarlos en lo que amainan los vientos sociales o económicos.

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