A PLENO PULMÓN
El almanaque local

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Echar un vistazo panorámico a las noticias extranjeras de los últimos días es una operación deprimente.  Hasta para veteranos periodistas, acostumbrados a cubrir represiones políticas truculentas, mucho de lo que  ocurre hoy es repulsivo.  En Boston: acto terrorista durante la celebración de un maratón; los autores parecen ser dos jóvenes chechenos.  En Siria: continúa una guerra civil que ha producido miles de víctimas; las grandes potencias obstruyen un rápido desenlace.  En Sinaloa y otros lugares de México, los muertos se recogen por docenas cada día; la guerra entre pandillas aterroriza las comunidades; el gobierno, al parecer, es  impotente.  No es necesario añadir noticias de Rusia, Corea, Afganistán.   

 Si miráramos hacia el mundo local no tendríamos mucho de que enorgullecernos.  En nuestro país las cárceles son “centros de acogida” para delincuentes.  Los periódicos han reseñado con lujo de detalles la historia de Rolando Florián, un convicto que ocupaba una “suite” en cierta penitenciaría donde disponía de aire acondicionado, televisión por cable, cocineros y camareros.  Los carceleros toleraban  visitas de prostitutas en horarios establecidos por el recluso.  La muerte del presidiario dentro del penal, en forma violenta y escandalosa, sacó a la luz esas informaciones.  Las autoridades estaban en connivencia con el hampón, quien se permitía desafiar a los jueces durante las audiencias en los tribunales.

 En la RD hay personas que reciben sueldos sin trabajar; individuos o entidades que ganan premios sin merecerlos; estudiantes que obtienen títulos académicos sin estudiar; hombres de negocios que compran tierras sin pagarlas; jubilaciones “graciosas”, o por montos excesivos, han sido objeto de toda clase de comentarios en la radio y la TV. Los jóvenes escolares aprenden rápidamente que para hacer fortuna en esta isla no es preciso trabajar, ni estudiar ninguna carrera universitaria.

 En la época de nuestros abuelos se decía del último año de un perodo de gobierno: “es el tiempo de echarse la paloma”.  Todos los funcionarios sabían que dentro de pocos días tendrían que irse a sus casas, que ya  acabarían privilegios y exoneraciones. Eran momentos de “cierre y despedida”.  Ahora los gobiernos, como las fases de la luna, tienen cuartos crecientes y menguantes; los funcionarios pueden enriquecerse lo mismo en luna llena que en luna nueva.

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