A PLENO PULMÓN
El árbol de las horas

A PLENO PULMÓN<BR>El árbol de las horas

En el año 1959 el loco más inteligente de la Ciudad Colonial se presentó en una relojería de la calle El Conde.  Ventoldo quería comprar tres relojes descompuestos “para sembrar un árbol de las horas”; necesitaba uno de pulsera, otro de bolsillo y un despertador “de mesita de noche”.  El dueño de la relojería le atendió personalmente.  Conocía bien a la madre de Ventoldo y sabía que era un loco pacífico, inofensivo, risueño.  Abrió una gaveta de la mesa de trabajo del relojero, sacó varios relojes desahuciados y los mostró al comprador para que escogiera los que más le gustaran.

Tomó un reloj de bolsillo redondo, con la tapa partida, uno de pulsera, rectangular, al que faltaba el vidrio protector de las manecillas.  –Este si que está bueno, pues le entrará tierra en el minutero, comentó Ventoldo.  Finalmente, el propietario de la “joyería y relojería” le dijo: llévate este despertador; la alarma todavía funciona perfectamente.  –Eso no importa; los árboles de las horas crecen sordos en la República Dominicana.  Me lo llevo, porque también necesito “una cuerda de larga duración”.  Los sembraré juntos, “añadiendo estiércol de burro y una pasta de jabón de cuaba”.  Dentro de año y medio tendré un árbol adulto, con “ramas de día y ramas de noche”.

–¿Cómo es eso de las ramas? –Oh, estos árboles tienen ramas que dan las horas del día y otras que dan las de la noche.  Las ramas para horas nocturnas “retienen agua y brillan a la luz de la luna”.  Las ramas diurnas ennegrecen con el sol; no es posible dejar de verlas de día; de noche, casi desaparecen.  Realmente, son doce ramas “para cada cuadrante”, una por cada hora del día o la noche.

En el Parque de Colón, frente a la estatua del Gran Almirante, Ventoldo anunció a los muchachos del vecindario: he sembrado en el patio de mi casa el árbol de las horas; es un árbol con 24 ramas de las que saldrán jugosos racimos de limoncillos; todos serán de 60 limoncillos, exactamente.  Los cambios en las estaciones se conocerán por las flores o por el olor. Para los cambios de gobierno hay que pegar el oído de las raíces.

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