A PLENO PULMÓN
El  desencanto pasivo

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>El  desencanto pasivo

La mayor parte de los adultos jóvenes de hoy vive un profundo desencanto de la política y de las ideologías sociales.  La Revolución Francesa arrasó con los privilegios de la nobleza, destruyó la monarquía, montó un nuevo orden jurídico.

 También estableció el terror bajo  Robespierre y abrió el camino para el imperio napoleónico, que convulsionó a toda Europa.  Con la Revolución Francesa se  puso de moda el culto a tres palabras: libertad, igualdad, fraternidad.  Tres espejismos que no deslumbran a los jóvenes contemporáneos.  La fraternidad es el disimulado deseo de que los otros nos amen, arguyen; la igualdad es imposible; la libertad es simplemente “condicional”.

 La revolución bolchevique de 1917 instauró la dictadura del proletariado, el socialismo soviético, la economía centralmente planificada.  Finalmente, desembocó en la Gran Purga del partido único, realizada por Stalin en los años 1934/1939.  Después de la Segunda Guerra Mundial los jóvenes del mundo entero sufrieron los rigores de la Guerra Fría, una especie de torneo ideológico coercitivo.  El papel protagónico desempeñado por la KGB y la CIA difícilmente podrá ser “olvidado” por los historiadores, sean rusos o norteamericanos.  El ex presidente George Bush, el Presidente Vladímir Putin, pasaron por esas escuelas, que nada tienen que ver con Rousseau, Locke, Montesquieu, ni Marx, ni Engels.

 Los trastornos monetarios de los últimos tiempos, los abusos del capital financiero especulativo, no han podido devolver el  entusiasmo de los jóvenes por las “reformas sociales enderezadas hacia la justicia”.  Se han desacreditado todos los “sistemas políticos”.  Capitalismo y socialismo, democracia y dictadura, no son temas de estudio, como en tiempos del economista Joseph Schumpeter.  Se da por descontado que no funcionan bien, que imponen sobre los pueblos dolorosas injusticias.

 ¿Cuántas personas controlaban el Sóviet Supremo en la antigua Unión Soviética? Los “caucus” de los partidos democráticos están compuestos por unos pocos hombres que “manejan los asuntos bajo cuerda”.  El Partido Comunista Chino actual ha evolucionado, desde la multitudinaria Larga Marcha, hasta un comité pequeño que dirige lo político, lo militar y lo económico.  El comité central del partido, la junta de directores delegados, gobiernan en todos los países en nombre de la población.  Pero la gente considera poco estimables las disposiciones y promesas de los políticos.

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