A PLENO PULMÓN
El  guabá y el cocuyo

A PLENO PULMÓN<BR>El  guabá y el cocuyo

La verdad siempre es “arropada” por el comercio, afirma un dicho popular.  A través de toda su historia el hombre ha comprado y vendido leche, frutas, granos, huevos, animales, piedras; y también opiniones contrarias a la verdad.  El comercio es una realidad permanente; la mentira también.  Ningún cortesano medieval se atrevía a contradecir a un señor feudal; los asalariados de nuestros días desean conservar sus empleos; por eso no discuten con sus patronos. Los funcionarios públicos defienden “el gobierno de turno”, a menudo a costa de la verdad.  Se ha dicho que la verdad es “una dama esquiva” que ha de coexistir con la mentira y con el comercio.

Siempre compraremos el pan y la mantequilla, siempre escucharemos mentiras interesadas; pero, como reza el dicho, la verdad es “arropada”, no suprimida. Su ocultamiento no impide que pueda, eventualmente, ser revelada.  Es imposible cubrir con un pañuelo a un elefante; quedaría afuera la trompa, el rabo o las orejas.  Un refrán universal asevera la imposibilidad de “tapar el sol con un dedo”.  En realidad, la verdad suele cubrirse con hojas de palmas y trozos de yaguas; se “arropa” con materiales “translúcidos” que dejan ver, parcialmente, lo que está debajo. Cualquier curioso que pase podría “destapar” la verdad y mostrarla enteramente.

 Ese es el riego a que está expuesto el mentiroso.  Los “amantes de la verdad” deben afrontar peligros distintos: pueden ser ridiculizados, difamados y hasta encausados judicialmente.  Una claque de embusteros profesionales podría llamarlos necios, disparatadores, empecinados o enfermos mentales.  Los “amantes de la verdad” tienen que aprender a vivir en medio de las mentiras y del comercio de opiniones o de mercancías.  La vida es así; contiene flores perfumadas y hongos apestosos.  Apreciamos a unas y detestamos a otros.  Pero miles de hombres se ganan la vida vendiendo alguna cosa o desempeñando un cargo público.

 En el curso de mi vida he visto varias veces contratar individuos expertos en propinar “pelas de lengua”, radiales o escritas, contra personas que no merecen ese trato indecoroso. La política, los negocios, la envidia, son motores principales de este horrible “procedimiento” de la vida pública dominicana.  Es frecuente que un guabá ponzoñoso envidie la pequeña luz de un cocuyo.

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