A PLENO PULMÓN
El hombre andullado

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Hace poco menos de tres meses un profesor de matemáticas me abordó en un supermercado mientras compraba frutas y pan.  Me dijo, con cara de mucho desconsuelo: los ciudadanos de esta época “somos hombres andullados”.  –¿Qué quieres decir?  “Andullo” era en el pasado una palabra de uso continuo entre tabaqueros.  –Sí, de ahí viene lo que deseo explicar.  El andullo se comprime y envuelve, se aprieta y se amarra.  Así vivimos hoy: liados, oprimidos, atados con muchos nudos, como si fuéramos cilindros de andullo.  Todo se nos impone a fuerza de mantenernos con poquísimas opciones políticas y económicas.  Creemos elegir un camino por nuestra cuenta; pero la verdad es que nos conducen por viaductos señalizados previamente.

 –¿Qué podemos hacer para defendernos de los trastornos monetarios del mundo?  ¿Podrán los norteamericanos reducir sus déficits presupuestarios?  Los bancos centrales más importantes “del globo terráqueo” emiten moneda “a todo meter”.  Siembran inflación de precios, recesiones cíclicas y problemas sociales, “a mediano plazo”, como dicen los expertos de la economía.  Las “monedas chiquitas” de los países hispanoamericanos dependen de las monedas grandes –del dólar, el euro, el yuan–, que luchan entre si por “sobrevivir hegemónicamente”.   El embudo económico es mundial.  Estamos amarrados en un “andullamiento” monetario internacional.

 –La globalización financiera condiciona la vida de los países que no han hecho nada para agravar la economía propia o la ajena.  Por encima de estos problemas universales, actúan los políticos locales.  Ellos ponen mayores impuestos, prometen obras públicas, “mejoras salariales”, justicia social, empleos.  Finalmente, dilapidan recursos, cometen malversaciones, se “adjudican” tierras del Estado.  El ciudadano común no puede impedirlo: está “andullado” jurídicamente.

 –La criminalidad, la impunidad, tiene efectos paralizadores de las “iniciativas ciudadanas”. 

Los asesinos por paga producen temor; y la impunidad lo hace crecer.  Sugiere al hombre de la calle que los sicarios podrían gozar de la complicidad de algunas autoridades, sean policiales, políticas o de la judicatura.  Las protestas de la gente son visibles en España, en Portugal, Italia, Inglaterra, los EUA.  Unas protestas son contra los banqueros, otras contra los políticos; algunas son directamente contra los gobiernos.  Los manifestantes, por regla general, son reprimidos, desalojados, apaleados, encarcelados, burlados en el mejor de los casos.  “Somos andullos andantes”.

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