A PLENO PULMON
El ojal y el botón

<STRONG>A PLENO PULMON<BR></STRONG>El ojal y el botón

Las costureras de la época de mi madre decían: “hay un ojal para cada botón y un botón para cada ojal”.  Si el botón es muy grande, no entra en el ojal; si el ojal es muy ancho, el botón se sale y el bolsillo queda abierto.  Bolsillos, camisas, pantalones, requieren botones y ojales que sean hechos el uno para el otro.  Nuestro país confronta diversos problemas – relacionados con abrir o cerrar – por causa de incoincidencia de los ojales con los botones.  Las cárceles dominicanas son ejemplos irritantes.  Entrar a una cárcel o salir de ella son dos operaciones “misteriosas”  e indiscernibles.

Con frecuencia la puerta de un presidio no se abre porque el ojal de la justicia es tan estrecho que el acusado no cabe por la ranura; no entra porque la policía, el fiscal o el juez, han reducido el ancho de la puerta; otras veces, un convicto sale por la puerta lateral, escapa, “se va”, porque el ojal es desmesurado y no hay ningún botón que corresponda al tamaño del agujero.  Los directores de los reclusorios, según parece, usan siempre botones muy pequeños. Los presos entran y salen; ellos conocen al dedillo los distintos tamaños de ojales y botones.

La frontera dominico– haitiana tiene unos trescientos kilómetros de extensión.  A lo largo de ella existen destacamentos militares encargados de vigilar el paso de personas, mercancías, “substancias prohibidas”, armas.  Los “efectivos” que custodian la frontera son trasladados de una demarcación a otra cuando se comprueba que no han tenido “efectividad”.  Se “rotan”, es decir, les dan vueltas de un paraje a otro; al cabo de tres traslados, a esos cambios se les llama “turnos”… al bate, al “servicio”, al “negocio”.  También en este caso el problema es de ojales y botones.  Ojaletes más grandes que los de lona de camión, dejan pasar agua y emigrantes.

Las cárceles, la frontera, no son los únicos puntos en que no hay equilibrio entre lo que se permite y lo que se prohíbe.  Existen otros muchos donde “alguien” ejerce el poder discrecional de establecer los tamaños de ojales y botones.  Las reformas constitucionales determinan reglas para “la botonadura”; lamentablemente, no regulan el diámetro de los ojales.

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