A PLENO PULMÓN
El pambiche lento

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Resolver un problema social es siempre una tarea propia de Hércules.  Como se sabe, no hay un solo asunto colectivo que no sea de complicado manejo.  Para empezar están las costumbre establecidas, “los intereses creados”, la tozudez individual, el egoísmo de grupos o de clases. Por eso es tan difícil para un hombre de Estado persistir en un propósito hasta lograr “conquistas de bien común”.  Lo más frecuente es que un político que anuncia un “proyecto colectivo” de carácter nacional, abandone en el camino los objetivos de sus luchas iniciales.

La realidad es rígida; no se doblega fácilmente a nuestros deseos. Es así tratándose de ambiciones personales, en el campo profesional o en los negocios; y es peor aun cuando se enfrentan problemas políticos que, por supuesto, tienen conexiones económicas y sociales.  Los políticos de hoy tienden a seguir “la línea de menor resistencia”.  Se han convertido en “flotadores” entre acontecimientos y noticias. Algunos políticos atienden más “al espectáculo”, a las consecuencias sobre las graderías, que al fondo real de los conflictos de la población.

En países pobres, los problemas de salud, empleo, educación, suelen ser colosales; y los recursos económicos e instrumentos institucionales para enfrentarlos son tan mínimos como inestables.  Esa precariedad inclina al desaliento del funcionario y estimula los lideres a mentir programaticamente, a prometer obras o reglamentaciones de imposible realización.  El público hace el juego sin creer en los discursos.  Debe ser parte de la comedia.  Quienes “activan” en los partidos: caravaneros, expertos en bandereos y movilizaciones, saben de sobra que todos los cambios son lentos.

Deberemos, algún día, arrostrar el esfuerzo más penoso de todos: levantar la pesa de la educación y la higiene.  Tenemos un país lleno de emisoras de radio; la mayor parte de los dominicanos usa teléfonos celulares.  Ambas vías pueden utilizarse para “educación a distancia” con nuevas modalidades intensivas.  Pocas viviendas pobres carecen de un televisor.  Conozco dominicanos inteligentísimos que pueden calificarse como analfabetos cultos.  Todo lo han aprendido por medios audiovisuales. La educación es el caldo en que se crían las bacterias del desarrollo político y económico;  ningún entrenamiento tarda tanto en surtir efectos como la educación básica.  Hay que iniciarla enseguida: es un pambiche lento.

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