La gente de hoy no se atreve a mirar de frente las cosas, observarlas atentamente, y luego sacar conclusiones con su propia cabeza. Prefiere esperar a que otras personas, entidades o instituciones, hagan el dictamen calificador. Los viejos criterios de autoridad no han desaparecido del todo. Hemos sustituido la sabiduría omniabarcante de Aristóteles por diversos prestigios difusos: los investigadores de la Universidad de Oxford, un equipo de Harvard, un estudio realizado por la revista The Economist. No pongo en duda las calidades académicas de los profesores de esas maravillosas universidades; me satisface saber que gran parte del orgullo de sus rectores descansa en el profesorado y no solamente en el equipo de fútbol.
En todos los tiempos la principal orientación en la vida ha procedido de las cabezas de sus dueños. Nadie renuncia al propio raciocinio. Es claro que las cabezas de cada uno son de distintos niveles de clarividencia; y tienen siempre diferentes grados de formación escolar. Pero eso no es razón suficiente para no ejercer el pensamiento. Antes de reflexionar intentamos averiguar que hay sobre el caso en la red de Internet. Meditar no está de moda; los filósofos son ridiculizados todos los días por la acción conjunta de científicos de la naturaleza y estrellas de los deportes. Hilvanar con los sesos se tiene por tarea inútil.
La edición de ayer del periódico español El País trae, en su última página, una brevísima entrevista con el filósofo Zygmunt Bauman. Tuvo lugar en la Universidad Europea de Madrid. Según la periodista Pilar Álvarez, Bauman recaló recientemente en la capital española para hablar de su libro Sobre la educación en un mundo líquido. Destaca que el desayuno estuvo compuesto por una botella de agua y un café, cortesía de la organización.
El anciano Bauman no tiene teléfono móvil, ni su perfil aparece en las redes sociales. Estudia esos fenómenos por motivos profesionales, Abomina de ellos porque diluyen las relaciones humanas. Dice que la búsqueda de una vida mejor nos sacó de las cuevas, pero eso no equivale al aumento del consumo. El consumo es un sedante para tranquilizar escrúpulos éticos. La fotografía de Bauman es viva estampa del acabamiento; pero no así sus agudísimas reflexiones.