A PLENO PULMÓN
El piso y el techo

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>El piso y el techo

En nuestro país la gente se está acostumbrando a no prestar atención a lo que ocurre en torno.  Secuestros, atracos, asesinatos, son “cosas que ocurren en todas partes”, simples noticias para las “paginas de sucesos de sangre”. Decapitaron a un dominicano; decapitaron a un haitiano; mataron a un taxista; arrollaron a un transeúnte; asaltaron un banco; “aparecieron” cinco muertos en un cañaveral.  Las noticias van, una detrás de la otra; y si no afectan a nuestra familia, amigos o vecinos, no despiertan nuestro interés.  Un lema vigente es: “ocúpese de lo suyo y siga su camino”.

Pero los problemas colectivos no pueden esquivarse con la ilusión de que no nos conciernen individualmente. Cuando hay muchos ladrones, algunos terminan dentro de nuestras casas.  Al incrementarse la pobreza, sea por la crisis económica global, la falta de empleos locales o la “corrupción administrativa”, más mendigos tocarán las puertas de los que tienen trabajo. Lo mismo pasa con las epidemias, medicamentos falsificados, escasez de huevos.  En todos los casos pagaremos parte del costo de esos trastornos sociales. 

 Actualmente discutimos el texto de una nueva constitución. A las constituciones las llaman “cartas substantivas”. Por ese nombre pomposo, creeríamos que son substanciales, básicas o fundamentales y quedarían emparentadas con la noción aristotélica de “substancia”.  Pero si miramos el poco cumplimiento y respeto que ordinariamente se concede a la Constitución, diríamos que son “adjetivas”, corredizas, prescindibles, insubstanciales.  Sin embargo, se afirma que la constitución es el piso o asiento de la vida política de las naciones; es la zapata en la organización jurídica de la sociedad. 

Algunos viejos periodistas se atreven a decir que la Constitución es un techo que abriga a los pueblos y los pone a cubierto de las arbitrariedades de los gobernantes;  hace el papel de toldo jurídico de la población.  Añaden que, en ocasiones, funciona como justificación legal para que los gobernantes tengan más poder y libertad de acción sobre los ciudadanos.  Estos periodistas viejos llaman “piso” al orden económico y “techo” al orden jurídico constitucional.  Hoy asistimos, sin prestar mucha atención, a la “reparación” del piso y del techo… al mismo tiempo. Obviamente, deseamos que no se hunda  el piso ni el techo nos caiga encima.

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