A PLENO PULMÓN
El primer hombre

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>El primer hombre

El “primer hombre”, por supuesto, es Adán, des-ombligado origen de la humanidad; el “segundo hombre” es el ayudante principal de un ministro, de un empresario acaudalado, un jefe policial; “El tercer hombre” es el título de una composición musical hecha para una famosa película, dirigida por Carol Reed.  La cinta se rodó a partir de un relato que Graham Greene envió al productor Alexander Korda.  La música es de  Antón Karas, un griego que tocaba la citara en un cabaret vienés.  Película, música y relato son ahora asuntos inseparables.  Tratándose de investigaciones o persecuciones, “tercer hombre” también significa sospechoso.

Hace varios años supe de la existencia de un escrito inconcluso de Albert Camus: “El primer hombre”, publicado por su hija tras la muerte del escritor.  Un periodista amigo, quien conoce el texto, me dijo que Camus, Premio Nobel de Literatura a los 44 años, fue el primer hombre en su familia que recibió educación superior.   Parece que el estudiante Camus tuvo un profesor, en su Argelia natal, que despertó en él interés por las letras, el arte, el pensamiento.  Hay familias que gozan del privilegio de tener educación refinada durante cinco y seis generaciones. 

John Adams, segundo Presidente de los EUA, educado en Harvard, suele citarse como ejemplo y cabeza de una familia que disfrutó siempre de cuidadosa formación intelectual; su hijo John Quincy Adams, sexto Presidente estadounidense, estudió en Harvard, lo mismo que su nieto Charles y su biznieto Henry.  El nieto publicó los celebres diarios de su padre, que son fuente indispensable para conocer la historia de las primeras décadas de la nueva nación; el biznieto es el autor de un libro extraordinario: “La educación de Henry Adams”.

El libro, publicado en 1918, ganó el Premio Pulitzer ese  año, meses después de morir Henry Adams.  Actualmente se le tiene como “la mejor obra de toda la literatura norteamericana”.  La lectura de ese libro provocó el deslumbramiento de Pedro Henríquez Ureña.  Ninguno de estos distinguidos hijos de Boston, criados en Cambridge, fue un “primer hombre”; todos forman parte de una larga cadena de responsabilidades públicas, acciones cívicas, políticas, acopio de conocimientos rigurosos.  No fueron tampoco “últimos hombres”, ni segundos; aún conservan los “primeros lugares”.

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