A PLENO PULMÓN
El sábado ordinario

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>El sábado ordinario

 Hoy es sábado. El sábado anterior fue “sábado de gloria”, una fiesta religiosa cristiana. Los sábados “ordinarios” son esperados como días de descanso o de juerga.  La “utilización específica” del sábado varía según las edades, las clases sociales, las culturas.  El sábado no es la misma cosa para un hombre de setenta años que para un joven de veinte; no es igual para un obrero de la construcción que para el ejecutivo de una empresa multinacional.  En Israel, al caer la tarde del viernes, comienza el “sabbath”; concluye con el ocaso del sábado.  La noche del sábado ya no es tiempo de oración, ni de recogimiento.

  En cada país hay expresiones típicas relativas al sábado.  En los Estados Unidos se dice: “thanks God it’s friday”.  El viernes termina el trabajo; llega el “week-end”, el asueto sabatino. –¿Qué haces los sábados? preguntó una señora a su amiga.  –Trabajo en la casa ordenando todo lo que no puedo hacer durante la semana: poner la lavadora, organizar los enseres de cocina, desinfectar los baños, clasificar desperdicios, sacar los zafacones.  –Pues yo no hago nada parecido.  Ese día cocino platos especiales para mi familia, pongo la música que más le gusta a mi marido; descorchamos una botella de vino. ¡Lo pasamos bien!

 En España, en algunos lugares, se dice: “Sabadin sabadete, camisa limpia y bébete todo”.  Es un estribillo popular entre trabajadores agrícolas.  El mandamiento judío recalca que no debemos olvidarnos nunca de “santificar el sábado”.  Desde los tiempos bíblicos el sábado no es un día cualquiera.  Dios trabajó seis días para construir el mundo y descansó el séptimo.  Nadie discute la aseveración de la Sagrada Escritura; pero cada uno “santifica” el sábado a su manera; esto es, con el llamado “método Sinatra”.

 Hay personas que hacen ejercicios físicos el sábado y ningún otro día de la semana; existen sujetos que leen libros solamente los sábados.   Toman un libro en sus manos y dicen: “éste durará tres semanas”.  Un periodista me dijo: “no hago nada el sábado; duermo más, como más y haraganeo más.  Me gusta echarme en una tumbona y orientar el ombligo hacia la estrella Alfa del Centauro”.  El sábado fue hecho para el hombre, opinaba Jesús.

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