A PLENO PULMÓN
El suero de la verdad

<STRONG>A PLENO PULMÓN<BR></STRONG>El suero de la verdad

Cuando Rudyard Kipling entrevistó a Mark Twain, en 1889, el gran escritor norteamericano expresó su duda de que algún hombre pueda decir la verdad cuando escribe una autobiografía.  También afirmó que es imposible engañar completamente a un lector atento; siempre este detectará al embustero.  Aun sin quererlo, quien escriba acerca de si mismo hará trampas para mejorar su aspecto a los ojos de los demás.  Declara Mark Twain: “Intentaré, con el mas apasionado interés, demostrar lo bueno que era en todo aquello que haya redundado en mi descrédito”.

Los temas que tocó Mark Twain en la entrevista son interesantísimos; sus opiniones merecen ser reproducidas  y comentadas. En algún momento volveré a tomarlas en cuenta.  Sin embargo, estimo que las “averiguaciones” de Kipling son de extraordinario valor para reporteros novicios.  Por ejemplo, a Kipling le contaron unos periodistas de San Francisco que Mark Twain “era un reportero absoluta y deliciosamente incapaz de hacer reportajes acordes con las necesidades del día a día”. Periodistas lenguaraces le explicaron a Kipling que el editor del periódico echaba pestes cuando recibía textos de Mark Twain “totalmente ajenos a su trabajo”.

Con el público lector ocurría al revés: quería que publicaran más escritos de la misma clase que rechazaba el director.  Kipling conversó respetuosamente con un hombre famoso al que admiraba profundamente.  Pero al final de su entrevista escribió una frase de la cual brota la energía literaria propia de Kipling. Pensó en las aventuras de la juventud de Mark Twain: tipógrafo, aprendiz de piloto fluvial, corresponsal en islas del Pacifico; y concibió la idea de emborrachar al entrevistado para “dejarle retrospectar”.  Concluye en que “a un hombre de su experiencia seria glorioso atiborrarle de licores varios” para que hablara sin inhibiciones.

Me dio la impresión de que la ocurrencia de Kipling surgió cuando Mark Twain dijo. “la conciencia es una lata.  La conciencia es como un niño. Si uno la mima, juega con ella y le da todo lo que pide se malcría y se entromete en todas las diversiones… una conciencia malcriada sólo sirve para destruir todos los placeres de la vida… he conseguido mantener la mía a raya”.  El alcohol, pensó Kipling, actuaría como “suero de la verdad”.

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