Termina la cuaresma y comienza la cuarentena. Faltan cuarenta días para las elecciones presidenciales. Los empleos políticos están en la cuerda floja. Muchos vice-ministros, subdirectores, embajadores adscritos a la cancillería, asesores especiales, están rezando mi alma espera en el Señor. Piensan que, gane quien gane las elecciones, podría venir una operación podadora de empleos innecesarios. Aunque Danilo Medina haya difundido un slogan tranquilizador: el mejor cambio; el cambio seguro, no todos los peledeístas han alcanzado el sosiego, la imperturbabilidad tan apreciada por los filósofos de la Grecia antigua. Entre los funcionarios públicos hay: los que desean seguir, los que quieren salir y los que preferirían se olvidaran de ellos. Son tres clases de cuarentena.
En la oposición también se rezan salmos parecidos a los salmos oficiales. Muchas almas esperan en el Señor. Obviamente, el señor papá. Los economistas y estadígrafos compulsan datos para medir el nivel de empleos. Los activistas políticos y caravaneros estudian las posibilidades de desalojo y ocupación de empleos que se presentarán en los próximos cuarenta días. Así como tenemos altas cortes y tribunales inferiores en el campo de la judicatura, en el tren administrativo ordinario existen grandes cargos y empleos menores. ¿A quién quitarán? ¿A quién pondrán? Estas preguntas las hacen en voz alta o con sordina- los campañistas de todos los partidos.
Las cuarentenas sanitarias tienen por objeto evitar que se propaguen enfermedades infecciosas. La gente dice: no quiero que se me pegue esta gripe. En las cuarentenas de empleos es al revés; los bandereros partidistas quieren que se les pegue algo. Esperan obtener premios, ventajas, notoriedad, méritos frente a los candidatos y jerarcas de los partidos. Hay funcionarios a los cuales ya les están meciendo la hamaca. Se mecen las hamacas con el propósito de volcarlas, de expulsar sus ocupantes de una posición cómoda.
Se escuchan conversaciones de este tipo: fulano de tal tiene muchos años en el cargo; ya es rico; es hora de sacarlo de ese queso. Otros dicen: tengo ocho años abajo; necesito un respiro; esta vez no me conformaré con nombramientos honoríficos. También se escuchan consejos tácticos: date rápido, que son muchos los aspirantes; ponte donde el capitán te vea. ¿Te dejarás sacar la alfombra?