A PLENO PULMÓN
Enmendar errores

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He cometido dos errores en mis últimos artículos acerca de la época de Trujillo.  Primero, escribí que la población total del país en 1935 era de un millón trescientos mil; la verdad es que había entonces 750 mil varones y 728 mil hembras.  Por tanto, la cifra correcta es un millón 478 mil habitantes.  Se ha dicho, sin comprobación alguna, que la diferencia de 178,000 personas fue un “añadido” político al “censo habitacional”.  Esto no cambia ningún aspecto esencial de mi escrito; no obstante,  me parece de rigor corregir esa inexactitud.  El otro error consiste en afirmar que Joaquín Balaguer era vicepresidente en el momento de pronunciar su discurso “panegírico” ante el féretro de Trujillo.

Mi compañero de labores en “Aparte y Punto”, José Israel Cuello, precisó que ya era Presidente de la República a causa de la renuncia de Héctor Bienvenido Trujillo.  El “generalísimo” buscaba con estos cambios eludir sanciones internacionales contra su régimen.  Mientras Trujillo estuviese vivo, nadie, ni siquiera su hermano de sangre, podría pensar que gobernaría efectivamente, aunque fuese “titular” de la “más alta magistratura del Estado”.   Balaguer mismo explicó en qué momento empezó a sentir que era realmente cabeza de gobierno y tenía en sus manos “las riendas del Estado”.

Tampoco en este caso se altera nada importante de lo dicho en “Aliviadero psíquico”.  El tema de Trujillo interesa a los dominicanos de cualquier edad.  Los viejos trujillistas recuerdan su “antiguo esplendor”, una época de privilegio político e impunidad.  Leen todo lo que se escribe sobre el dictador movidos por una “secreta nostalgia”.  Aquellos que fueron detenidos, enviados a la cárcel y torturados, tienen otros motivos para leer las “Memorias de Johnny Abbes, el temible jefe del Servicio de Inteligencia Militar.  Otros, más jóvenes, quieren saber cómo vivían los dominicanos bajo un gobierno despótico.

Joaquín Balaguer, actor principal durante la época de Trujillo, titula su famoso libro: “Memorias de un cortesano”.  Decir “cortesanía” es una forma indirecta de recordarnos que no se trataba de un gobierno democrático.  Euclides Gutiérrez llama a Trujillo “Monarca sin corona”.  Hay personas que leen ávidamente cuanto se publica en conexión con Trujillo.  Quieren contemplar un espectáculo humano monstruoso: vivir sin reglas; ni legales, ni morales.

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