Siempre ha sido importante distinguir lo real de lo ideal. Los hombres se han esforzado durante siglos en definir lo uno y lo otro. Este es el tema eterno de la filosofía. Pero si del mundo de las ideas generales pasáramos al campo de los problemas sociales, entonces el asunto se pondría color de hormiga. El Código del Menor es un intento de ajustar lo ideal con lo real; los reglamentos legales con las realidades sociales en que nacen y crecen los niños dominicanos más pobres. Hemos visto recientemente cuan grande es la distancia que separa el deber ser del poder ser.
Para el niño real se establece una ley ideal. Un niño asesino y drogadicto puede cometer delitos mayores. El daño social que causa debe ser reprimido, castigado. Matar taxistas sañudamente, robar dinero y vehículos, practicar sexualidad aberrada, son transgresiones que realizan delincuentes menores. A unas distinciones de incómoda precisión lo real y lo ideal-, añadimos otras, no menos complicadas: deber ser y poder ser. Los niños no deberían ser criminales; deberían ser mejores personas; la sociedad debe ayudar a que lleguen a ser adultos capaces, ciudadanos respetuosos de la ley.
Pero no es así. La falta de educación, la pobreza ancestral, la escasez de empleos, la crisis económica, la desaparición de la familia tradicional, impiden la adecuación o ajuste del código ideal con la realidad social del niño dominicano. Lo mismo ocurre con el código del mayor, esto es, con el Código Procesal Penal. El deber ser parece estar reñido con el poder ser. Las garantías legales de todos los dominicanos, entran en conflicto con las garantías que deben ofrecerse a aquellos dominicanos que son delincuentes consuetudinarios. Hasta ahora, el desenlace real ha sido el intercambio de disparos.
Marco ideal de lo que debe ser el ordenamiento político del Estado es la Constitución de la República, llamada ley substantiva. Hemos puesto en vigor 37 de esos textos. Quiere ello decir que, en vez de cumplir con las normas constitucionales, preferimos cambiarlas. Todo parece indicar que la Constitución recién promulgada habrá de ser enmendada. Los niños dominicanos, los delincuentes dominicanos, los políticos dominicanos, se escurren por las fisuras de una legislación pretenciosa y altisonante.