A PLENO PULMÓN
Entre pagar y recibir

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No existe ninguna persona que disfrute al pagar impuestos. Los tributos, como su nombre indica, son una imposición, algo que se establece por la fuerza. Un edicto del rey, una ley del congreso, disponen que debemos contribuir con una porción de nuestros ingresos a  las cajas del Estado.  Con ese dinero el gobierno paga a sus funcionarios, construye obras públicas.  Los cobradores de impuestos eran mal vistos en la antigüedad. Ni siquiera San Mateo, autor de uno de los Evangelios de Cristo, se libró de esa mala fama.  Los “publicanos” cobran, perentoriamente, en nombre del poder público.  Quienes deberán pagar y cuánto, es asunto menor; lo importante es la obligatoriedad.

 Los expertos fiscales disertan a menudo acerca de las ventajas de los “impuestos directos” sobre los “indirectos”, que se cobran a todo el mundo, sin importar condiciones sociales ni capacidades económicas.  También se habla mucho de impuestos selectivos al consumo.  Se supone que quienes comen caviar y salmón deben disponer de más ingresos que aquellos que se alimentan con plátanos y huevos.  Todas estas cosas apuntan a la justicia en la aplicación de impuestos.  Expertos de países ricos insisten en la importancia del “impuesto al valor agregado”.  Los industriales transforman materias primas en productos terminados que adquieren “valores agregados”.

 Últimamente hemos visto que se presenta el  “sistema tributario” como un “instrumento del desarrollo económico” de los pueblos.  Se fomenta el gasto o el ahorro de tales o cuales grupos para que las inversiones fluyan a tales o cuales sectores de la economía.  En este caso se trata de un “enfoque socio-económico general”. Las cuentas nacionales podrían utilizarse como motores financieros del desarrollo económico.

 Algunas de estas ideas circularán durante las próximas discusiones sobre la reforma fiscal y la firma de un acuerdo con el FMI.  Entonces saldrá a flote el tema del gasto gubernamental.  ¿Con cuales servicios retribuye el gobierno a la sociedad los impuestos que paga?  Todos sabemos que el mantenimiento de carreteras y avenidas exige gastos; lo mismo que el sistema de salud pública o las redes de distribución de electricidad, el transporte colectivo, etc.  Este parece será un punto neurálgico.  ¿Qué recibirá la sociedad a cambio de mayores impuestos? ¿Racionalidad o dispendio?

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